By Miguel Arroyo

Correo: miguel.arroyo15@politicaladvisorsapc.com


En distintos medios de comunicación se informa que la pandemia de Covid-19,  declarada oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de Marzo del presente año, tendrá efectos desiguales en cada gobierno, dependiendo de las acciones y responsabilidades que cada uno asuma. Comúnmente el “Estado” es interpretado como gobierno, pero con fines prácticos y para futuras referencias, diremos que un Estado se compone de tres elementos, gobierno, territorio y población. Los Estados se agrupan en países, y los países  conforman el llamado Sistema-Mundo, que en la actualidad se explica mediante el proceso dinámico de la  globalización. En este contexto, la humanidad (como base del Sistema-Mundo), se enfrenta a una crisis de salud global con efectos aún inciertos en gran parte de sus relaciones sociales, políticas y económicas. Dicho esto, podemos discutir las responsabilidades del Estado frente a la pandemia y cómo es que ninguno asume el liderazgo para emprender una estrategia eficaz de combate anti-propagación.

A pesar de que el origen de la pandemia fue en China, las mayores pérdidas humanas tienen lugar en  Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido, Alemania y Francia (en orden descendente), donde se reporta el mayor número de contagios. De acuerdo con Worldometer, un compilador de estadísticas globales (consultado 05/05/20). Estados Unidos lleva realizadas alrededor de  8 millones de pruebas Covid-19 con una tasa de 23,158 pruebas por millón de habitantes. En Europa se llevan realizadas más de 9 millones, con un intervalo de sus tasas, de entre 16,856 y 37,158 pruebas por millón. En América Latina, se alcanzan los 2 millones de pruebas realizadas, con tasas muy dispares. Venezuela con 16,984, Perú con 11,692, Brasil con 1,597, Argentina con 1,543 y  México con 776, pruebas por millón de habitantes.

Mapa mundial Covid – 19

Las estadísticas tienen un sesgo, y más cuando existen datos  dispersos en varias instituciones alrededor del mundo. La falta de robustez depende de una variedad de factores locales que no logran armonizar las cifras. Aun así, son las herramientas disponibles, y es la única luz que podemos obtener de la situación real de la pandemia.

Podemos observar que Estados desarrollados tienen mayor capacidad para realizar  pruebas, y posiblemente sistemas de salud mejor preparados que el resto del mundo. Pero no se puede afirmar que están teniendo la suficiente capacidad para evitar la propagación. En todo caso son menos ineficientes que otros sistemas de salud, como es el caso de los sistemas de salud de Estados emergentes. Donde la falta de realización de pruebas complica el análisis dimensional de la pandemia. Si un sistema de salud no garantiza el diagnóstico oportuno de la población infectada, no podrá disminuir la velocidad de propagación.

En un entorno de incertidumbre, los sistemas de salud no estaban preparados lo suficiente para prevenir y hacer frente a una situación de pandemia. Las capacidades para asegurar el bien común de una veintena de Estados que representan  gran parte del mundo (G-20), fueron quebrantadas en menos de seis meses. El Secretario General de Naciones Unidas calificó la respuesta del G-20 ante este escenario, como “carente de liderazgo”.

Más que una carencia individual de Estado, la pandemia reflejó una problemática estructural del Sistema-Mundo. De ninguna forma la repartición de culpa ayuda a solucionar la problemática. Incluso esta posición frena la viabilidad de acuerdos  que trabajen en un sistema de salud global. Mediante un análisis elemental, no es arriesgado decir que la pandemia hizo visible los mismos problemas que han aquejado a la sociedad moderna desde inicios del siglo XX; Desigualdad Social; Desempleo; Hambre y Pobreza. Y que tendrán mayores efectos en las zonas más desprotegidas del mundo, que pueden convertirse fácilmente en focos de infección.

Por recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los gobiernos al ser la cabeza de un Estado deben procurar un plan de acción que reduzca la velocidad de propagación del virus, mientras se desarrolla la inoculación o su población genere inmunidad (lo que ocurra primero). Sin embargo, la respuesta de la población a las acciones gubernamentales, representará en gran medida, el éxito o fracaso de cada plan. Las condiciones socioeconómicas influyen de manera sustancial en el cumplimiento de las medidas sanitarias de aislamiento social. Si un Estado no garantiza atención médica y alimentaria en un umbral mínimo, los efectos del Covid-19 en su población, serán más agudos y prolongados.

En el futuro cercano se necesitan de actores e instituciones sociales comprometidas con el aseguramiento del bienestar de la población mundial. Con los Estados actuales supeditados a un Sistema-Mundo no se pudo prevenir la pandemia y mucho menos evitar sus consecuencias. Es tiempo de repensar y replantear las relaciones sociales, políticas y culturales de nuestro tiempo. Como ejemplo, existe un solo “Programa Mundial” de Alimentos  con el objetivo entre dicho de evitar hambrunas, y por lo menos una Bolsa de Valores en cada país, con el objetivo de generar ganancias. No se está en contra del progreso, mientras sea integral.


Acerca del autor: Miguel Arroyo es maestro en Economía por la UNAM. Actualmente desarrolla proyectos de asesoría en política macroeconomica y regulación ferroviaria. Sus líneas de investigación son la economía pública y el desarrollo económico.