By Adrian Garcia

Correo: garciacastilloadrian@politicaladvisorsapc.com


En 2020, el brote de un virus de origen aún desconocido, cambió el status quo de la sociedad. Ello trajo consigo una serie de reconfiguraciones políticas y económicas que a mediano y largo plazo, podrían desembocar en movimientos sociales. Concretamente, muchos derechos laborales fundamentales de los trabajadores del sector público y privado han sido violentados o manipulados por las grandes corporaciones capitalistas y algunos gobiernos. Todo ello con el propósito de recudir costos y sobrellevar las pérdidas económicas o financieras que la crisis sanitaria ocasionó.

Un número elevado de despidos sin retribución alguna, jornadas laborales mixtas que llegan a sobrepasar las 12 horas, salarios poco competitivos y la poca sensibilidad por parte de algunos patrones hacia sus trabajadores enfermos o con riesgo a contraer la Covid-19, son algunos fenómenos que pueden observarse en la actualidad.

Ante esta situación surge la pregunta: ¿Qué podrían hacer los trabajadores para dar fin a este serie de prácticas que violentan sus derechos laborales? y ¿Es posible que los principios u objetivos de la socialdemocracia del siglo XX tales como la lucha contra un sistema capitalista desregularizado y la garantía de los derechos sociales y laborales, vuelvan a tomar cabida en pleno siglo XXI?

La postura de este artículo de opinión es que en efecto, las circunstancias laborales actuales pueden desencadenar una serie de movimientos sociales que busquen la restitución de los derechos laborales y sociales. Y que además, podrían asemejarse a los ocurridos entre finales del siglo XIX  y mediados del siglo XX en Europa.

La socialdemocracia tiene su origen en las últimas décadas del siglo XIX en Europa. En sus inicios se vio influenciada por ideas socialistas  que buscaban derogar el principio liberal del laissez-faire- laissez passer   (dejar hacer-dejar pasar) que abrió las puertas a la desigualdad socioeconómica entre las clases sociales del viejo continente.[1] Particularmente, en el seno del extracto social menos favorecido se  discutían ideas como la libertad de pensamiento y de acción, así como  la búsqueda de oportunidades económicas, sociales y representación política.[2]

Esta discusión se trasladó a la agenda gubernamental europea a partir de la década de 1880 a través de dos procesos distintos. El primero fue a través de movimientos, luchas y desobediencia social, que décadas más tarde desencadenaron corrientes del pensamiento radicales como el comunismo. Este proceso se caracterizó por su crítica hacia el sistema capitalista de la económica europea que se agudizo después de la Primera Guerra Mundial, ocasionada por la postura imperialista colonial de las potencias mundiales.[3]

Por otro lado, estaba la vía “pacifica” que buscó utilizar las instituciones y procedimientos legales vigentes para llevar a cabo un cambio radical en temas como la desigualad socioeconómica y particularmente, la creación de derechos laborales y sociales equitativos para todos los miembros de la sociedad.[4]

Aunque en cierto punto estas dos posturas se enfrentaron, lo cierto es que la corriente socialdemócrata se nutrió de ambas. El resultado fue que para mediados del siglo XX se fundara un nuevo tipo de Estado (de Bienestar) que entre otras metas, pretendió: garantizar la seguridad e igualdad social para todos los individuos.[5]

En materia laboral, la lucha que emprendieron los defensores de la corriente socialdemócrata se tradujo en jornadas laborales de 8 horas, prohibición del trabajo nocturno y de los niños, descanso dominical y prestaciones sociales (seguro de gastos médicos y por accidente laboral, jubilación con pensiones, etc.)

Sin embargo en pleno siglo XXI, estos derechos parecen haberse agotado a consecuencia de la crisis sanitaria de 2020. Nuevamente las grandes corporaciones anteponen sus ganancias por sobre la estabilidad, seguridad e integridad de sus trabajadores.  Y los gobiernos del mundo se vuelven cómplices al no fungir como mediadores que garanticen el cumplimiento de estos derechos laborales.

Como una interminable espiral, el capitalismo entra nuevamente en una etapa de desregularización donde el ideal liberal del laissez-faire- laissez passer  se convierte en la esencia de las empresas multinacionales. Irónicamente, el origen de este fenómeno vuelve a presentarse en Europa. En redes sociales y medios de comunicación tradicionales podemos observar la gran cantidad de protestas en contra de los gobiernos que protegen a las grandes corporaciones y dejan a la deriva a los trabajadores y pequeñas empresas.

Pero, a diferencia de lo ocurrido durante el siglo XIX y XX, este fenómeno se convirtió rápidamente en un problema global. Sin embargo, nuevamente la solución a ello es mediante dos vías: una pacífica-institucional y una radical-violenta, que empieza a tomar mayor protagonismo.

Emulando al politólogo Samuel Huntington, quizá estemos ante la llegada de una nueva ola de movimientos sociales que concluyan con la creación de una Neo-socialdemocracia o en términos de Anthony Giddes, la Cuarta Vía de la socialdemocracia.


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[1] Fernando Silva Triste, Breve historia de la socialdemocracia, México, Miguel Ángel Porrúa, 2005, p. 11.

[2] Geoffrey Bruun, La Europa del siglo XlX (1815-1914), México, Fondo de Cultura Económica, 1964, pp. 164 y 165.

[3] Fernando Silva Triste, op. cit., pp. 45-58.

[4] Loc. cit.

[5] Ibídem, p. 67.


Acerca del autor: Adrian Garcia es egresado de la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la UNAM. Ha trabajado en algunas organizaciones políticas e instituciones gubernamentales de índole financiera y estadística.