By Carlos Rivas

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Si bien, desde hace algún tiempo, se ha cuestionado si realmente los partidos políticos en México son leales a sus principios e ideologías, en los últimos cuatro años, la integración de alianzas pragmáticas y el cambio de camiseta de los personajes de la clase política han sido el pan de cada día, lo que ha evidenciado la búsqueda del poder, sólo por el hecho de permanecer en el poder.

Después de la reforma electoral de 1976, con la libre incorporación de nuevas fuerzas políticas en el sistema democrático mexicano, algunos partidos realizaron alianzas entre ellos, con afán de obtener el triunfo en algún puesto de elección popular o por lo menos conservar su registro e incluso como posibilidad de sumar fuerzas para enfrentar a algún partido hegemónico que gobierna un territorio en específico.

Estas alianzas se han presentado mediante diferentes figuras, como coaliciones totales o parciales y como candidaturas comunes cuando varios partidos políticos apoyar a una misma persona.

Una de las elecciones, en donde la unión de fuerzas fue fundamental para marcar la presencia de grupos de oposición al gobierno, fue la de 1988 con el llamado Frente Democrático Nacional para apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas, con el aglutinamiento del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), Partido Popular Socialista (PPS) y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN); y más tarde se sumaría, durante el proceso electoral, el Partido Mexicano Socialista, tras la declinación Heberto Castillo en favor de Cárdenas.

Eran los tiempos en donde las reglas de las alianzas aún no eran claras, con diversas lagunas y sin un mecanismo de conteo de votos con los supuestos presentados con esta alianza. Tiempo después surgiría el Partido de la Revolución Democrática (PRD) como la integración de todos los partidos que fueron parte de aquel Frente Democrático.

Por otro lado, estas alianzas se han caracterizado por la inclusión de los coloquialmente llamados “partidos bisagra”, uno de ellos es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que de igual forma llevó a Vicente Fox a la presidencia en 2000, hizo mancuerna con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 2006-2012 -2018 y hoy irá en las elecciones federales con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y con el Partido del Trabajo (PT).

Por su puesto, el PVEM en algunas elecciones locales ha significado votos para las candidaturas triunfadoras, como ocurrió en el Estado de México en 2017, cuando en alianza con el PRI, el Partido Nueva Alianza (Panal) y el Partido Encuentro Social (PES) ganaron la contienda para elegir al gobernador en turno y diferenciarse de su rival encabezada por Morena.

En diversos estados se han dado, en los últimos años, alianzas para las gubernaturas entre los alguna vez confrontados PAN y PRD, algunos con triunfos en las urnas y otros que se quedaron en el intento. Incluso estos mismos partidos se coaligaron en 2018 para apoyar al mismo candidato a la Presidencia de la República.

Ahora, el cuestionamiento sigue, ¿Qué está sucediendo en 2021? En el país se presentan dos grandes alianzas en el ámbito federal: “Juntos haremos historia” entre Morena, PT y PVEM; y “Va por México” integrada por el PRI, PAN y PRD, como una dinámica pragmática para tener mayoría en el Congreso de la Unión o para evitar la hegemonía, respectivamente.

En el caso de “Va por México”, se da entre los tres partidos opositores históricamente, en donde, con base en sus principios ideológicos, hablamos de una mezcla entre agua y aceite, con convicciones distintas; con la participación de un partido surgido de la Revolución Mexicana como es el PRI, la del PAN con principios conservadores y de otro que fue una corriente de izquierda en la última década del siglo pasado y principio del actual, pero que poco a poco se desmorona y tiende a su desaparición.

Sabemos que las decisiones políticas dentro del Poder Legislativo han llevado a tener acuerdos entre el PRI y el PAN, cuando se han presentado con algún objetivo en común; sin embargo, no ocurre lo mismo en la vida diaria de militantes, activistas y simpatizantes.

Esta decisión de “Va por México” de evitar que Morena y sus coaligados tengan mayoría en la Cámara de Diputados, pareciera no tomar en cuenta el trabajo de campo de la militancia de cada partido que la integran, una militancia que suda la gota gorda todos los días, que defiende a capa y espada a su partido, quien vive los enfrentamientos en las calles, quien defiende una ideología, quien se pone la camiseta de su partido, incluso en tiempos no electorales.

Esto ha generado confusiones entre la militancia, que difícilmente comprenderá los acuerdos pragmáticos de las cúpulas partidistas. ¿Cuál sería la reacción de Plutarco Elías Calles o de Manuel Gómez Morín al saber de esta alianza con su acérrimo rival? ¿Por qué dejar a un lado los principios rectores e ideologías por obtener un triunfo en específico? Incluso el mismo Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, se ha pronunciado sobre esta alianza como contradictoria y sin proyecto.

Podría resultar controvertido el triunfo de alianzas que no cuentan con agendas comunes en sus estatutos. Mientras que, en diversas localidades, la militancia de la base partidista ha reclamado la participación en esta alianza, que implicaría apoyar a candidatos de otros partidos, particularmente del eterno rival, que han sido motivo de pugnas familiares o vecinales en el pasado.

Al final del día, estas acciones le dan la razón al Presidente de México, cuando se refiere al PRI y al PAN como el PRIAN, como si fueran uno mismo, muy ajenos a sus principios que los rigen como partidos políticos.

Por lo que respecta a los popularmente llamados “Chapulines”, también se ha demostrado que muchos personajes que representaron a algún partido político, de un día para otro cambiaron de ideología de manera radical, sólo con propósito de seguir siendo parte de la clase política y de estar del lado de los ganadores, sin importar lo que haya sucedido con anterioridad.

Es constante observar que, todos los días, personajes de la clase política cambian de camiseta en busca de un puesto de elección popular. Simplemente, Morena se caracteriza por recibir a personas provenientes de otros partidos políticos, sin importar si son de centro o de derecha para unirse a las mujeres y hombres que, desde siempre, han defendido a la izquierda con su trabajo y ejemplo. Ahora pareciera que vale más la conveniencia de intereses, que el afán de compartir los mismos ideales.

Asimismo, continuamente, se observa a personajes que se han expresado en contra del actual gobierno federal y por decisiones personales de un día a otro se afilian a Morena para buscar alguna candidatura. También sucede lo contrario, como el caso de la Senadora Lily Téllez, quien llegó a la cámara alta como representante de Morena por Sonora y que por una coyuntura política ahora se identifica con el PAN y se ha convertido en una de las principales críticas de Andrés Manuel López Obrador.

Ahora, sólo faltaría que dentro de algunos años Carlos Loret de Mola o Ricardo Anaya sean integrantes de Morena y sean fieles seguidores de la cuarta transformación. Hoy en día, todo es posible, ya no nos asusta.

Con base en lo anterior, es muy común escuchar, entre la ciudadanía, comentarios que dicen que todos los políticos son iguales y esto se vuelve verdad cuando revisamos los cuadros políticos de las candidaturas en las próximas elecciones, así como en la integración del gabinete federal, que ha incluido a personajes que otrora eran enemigos.

Entonces, la falta de credibilidad de la clase política en la actualidad también se da en la militancia partidista, quienes no entienden cómo alguien que no ha trabajado por las causas del partido llegue a ocupar un puesto de elección popular o que se les instruya a que apoyen a un candidato en alianza, que posiblemente represente el lado contrario de los principios e ideologías.

Estos ejemplos nos llevan a la reflexión final de que ya prácticamente desaparecieron los ideales de los partidos, aquellos principios de quienes con una convicción legítima fundaron las corrientes políticas. La política mexicana se ha vuelta cada vez más pragmática y en busca de intereses momentáneos electorales, que no necesariamente abonan a la construcción y fortalecimiento de las instituciones que enmarcan nuestra democracia. Los personajes siguen siendo las mismas personas, sólo cambian de camiseta, hacen modificaciones al maquillaje cosmético, modifican algunas palabras en el discurso, pero siguen en el mismo círculo rojo. A veces se denota más el interés económico y la conservación de un empleo, que el objetivo básico de servir a la ciudadanía y administrar los recursos de la nación.


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Acerca del autor: Carlos Rivas es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Análisis Político y Medios de Información por el ITESM. Es Secretario Ejecutivo del Centro de Estudios Estratégicos e Investigación Social, así como académico en la Universidad del Valle de México y en Southern New Hampshire University.