By Carlos Islas

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Desde antes de la pandemia del COVID-19, ya se auguraba una nueva revolución industrial que no resultaría como la anteriores; es decir, la automatización y robotización del trabajo no necesariamente crearán empleos nuevos a partir de la desaparición de empleos viejos.

El fenómeno de la automatización ya se venía presenciando por lo menos desde hace una década en una gran variedad de empleos: en call centers, bodegas, restaurantes, hoteles y supermercados. Lo cierto es que la utilización de robots, en primera instancia, ha sido adaptada para complementar el trabajo humano. Sin embargo, cuando baje la venta de las empresas e industrias a causa de la recesión que se anticipa, estas buscarán remplazar poco a poco el trabajo humano con el fin de reducir costos y mejorar las ganancias.

El escenario caótico, en el que las tasas de desempleo suban apresuradamente a causa de la automatización, se vaticinaba aproximadamente dentro de una década de acuerdo a un estudio de la Universidad de Oxford (2013). Pero de acuerdo con Michael Corkery y David Gelles (2020), las medidas de confinamiento y distanciamiento social han provocado que las industrias aceleren sus procesos de automatización por temor a que los trabajadores contraigan el coronavirus unos a otros. Por ejemplo, en Estados Unidos la empresa AMP Robotics ha reportado un aumento muy “significativo” en los pedidos de sus robots inteligentes utilizados en la industria del reciclaje; en el Hospital Central de Wuhan, China, ya hay cientos de robots autónomos que conviven a diario con pacientes enfermos de COVID-19 para suministrarles medicamentos y en España, los bares y restaurantes han adoptado ingeniosos dispositivos tecnológicos que sirven y entregan tragos a gran velocidad para los clientes.

Ahora bien, estos ejemplos, por mínimos que sean, mantienen una misma directriz: frenar la propagación del COVID-19 sin detener la producción de bienes y servicios. De esta manera, a corto plazo, mantener las industrias y empresas en funcionamiento a través de procesos automatizados y robots autónomos, mientras dura el confinamiento de los trabajadores, ayudaría a contrarrestar los efectos económicos provocados por la pandemia.  Además, la automatización impulsa una nueva reestructuración industrial que refleje beneficios para la sociedad a manera de minimizar el contacto humano en lugares de trabajo.

A largo plazo, las consecuencias de la automatización acelerada del trabajo pueden ser desastrosas. El avance exponencial de la tecnología y la automatización acelerada en las industrias y empresas puede crear una brecha laboral en la que sólo los trabajadores con mayores niveles de educación sobrevivirán, ya que los empleos rutinarios, que realizan trabajadores poco capacitados y con menores niveles de educación, serán completamente automatizados, dejándolos en el desempleo tecnológico.

Entonces, el desempleo tecnológico conlleva un gran riesgo para la economía: menos trabajadores, menos consumidores. Si las tasas de desempleo suben apresuradamente y los pocos trabajos no automatizables mantienen salarios bajos, los consumidores tendrán menos dinero para gastar. De manera que si llegamos a esta situación la economía mundial podría disminuir, ya que la prosperidad económica depende de que haya consumidores dispuestos a comprar lo que se produce.

 Y el otro gran riesgo de la automatización acelerada del trabajo es el político: el descontento de trabajadores industriales, victimas del desempleo tecnológico, puede ocasionar el surgimiento de partidos nacionalistas, proteccionistas y antiglobalización volcados hacia un movimiento antirrobotización (Oppenheimer 2018).

No cabe duda que por la pandemia causada por el COVID-19, los procesos automatizados y los robots autónomos han sido bienvenidos en el trabajo. Y aunque esto parece innovador y útil para muchos, existe un debate sumamente profundo detrás de este fenómeno. Primeramente, los gobiernos y las industrias deben evaluar los costos de una transición acelerada hacia el trabajo automatizado. Esta puede ser demoledora si no se toman las medidas políticas, económicas y sociales adecuadas para contrarrestar los efectos negativos que esta pudiera traer.

Segundo, la futura disrupción en el mercado laboral debe poner al centro del debate la importancia de una formación académica interdisciplinaria que incluya capacidades tecnológicas y habilidades interpersonales.

Y tercero, es momento de crear conciencia sobre los desafíos que conllevará el desempleo tecnológico para prepararnos mejor frente a esta “nueva normalidad” como personas y como países.


Bibliografía:

Corkery, Michael, y David Gelles. «Por la pandemia, robots son bienvenidos en el trabajo.» The New York Times, 25 de Abril de 2020: 4.

Frey, Carl Bendedikt, y Michael A. Osborne. The Future Of Employment: How Susceptible Are Jobs To Computerisation? Oxford: University of Oxford, 2013.

Oppenheimer, Andrés. ¡Sálvese quien pueda! el futuro del trabajo en la era de la automatización. México: Debate, 2018.


Acerca del autor: Carlos Islas es politólogo por la UAM-I y miembro de la Red de Norteamericanistas del CISAN de la UNAM.