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Esta es la segunda parte del análisis de la felicidad en la historia del pensamiento económico. Si aún no se revisa la primera parte, se invita a consultar la siguiente entrada: A propósito de la Felicidad y la Economía. Ahora nos ocupamos de la interpretación de dos economistas de la Escuela de Cambridge, que preceden y fundamentan los planteamientos marginalistas respecto a la medición, delimitación y conformación de la riqueza.
El pensamiento económico de Tomas R. Malthus (1766-1834) analiza la dimensión social de la felicidad, y más aún, sobre la sociedad con poca riqueza económica. En 1798 publica su obra Ensayo sobre el principio de la población, donde estimaba que el aumento de la riqueza no guardaba una relación fuerte con el aumento de felicidad de la clase trabajadora de la época.[1] Sin embargo, esta línea de estudio no fue continuada por el propio Malthus, ya que centró sus siguientes estudios en la renta, en su distribución, y en la satisfacción (e insatisfacción) de las necesidades básicas de la población vulnerable de la sociedad. Aún así, Malthus señala dos ideas fundamentales en este debate. Primero, debe existir un umbral mínimo entre riqueza y felicidad que refleje la satisfacción de la salud y los elementos necesarios para conservar la vida. Y segundo, cubierto el umbral mínimo de felicidad, se delimita el objeto de estudio de la ciencia económica, como el estudio de la riqueza y sus componentes, entendiendo la riqueza como todo aquello que tiene valor de mercado.
Soy suficientemente consciente de la conexión cercana de estos dos sujetos, y de que las causas que tienden a aumentar la riqueza de un estado también tienden, en general, a aumentar la felicidad de las clases bajas de las personas.
Tomas Malthus, 1798
Para Alfred Marshall (1842-1924) el criterio para separar aquello que debe entrar en el dominio del objeto de estudio de la ciencia económica es aquello que puede ser medido, particularmente aquello que puede ser monetariamente medido. Afirma que las relaciones interpersonales no son “bienes” para el análisis económico, aunque reportan cierto grado de virtud.
Para Marshall la economía como ciencia, no estaba tan relacionada con los términos filosóficos del bienestar y de la felicidad, sino más bien con un requisito material. En adelante, la palabra felicidad desaparecería poco a poco de las obras de los economistas, y se sustituiría por los términos de Bentham sobre la utilidad y el bienestar. El bienestar como una forma de riqueza material seria parte del objeto de estudio planteado por Marshall, pero también había cabida para aquellas acciones humanas que no fueran guiadas por motivos egoístas, siempre y cuando su valor pudiera ser calculado en términos monetarios.
De tal forma aunque Marshall dice implícitamente que los motivos “altruistas” pueden proporcionar felicidad esta no es medible desde el punto de vista económico, por lo que la economía difícilmente puede adoptar una visión eudemonista, algo que ya había advertido Stuart Mill. En términos generales, Marshall conserva en su pensamiento una idea aristotélica o eudemonista de la felicidad (de la que ciertos seguidores de Marshall eliminaron de sus teorías) y que considera que los elementos no monetizables son esenciales para la felicidad, pero no ve la forma en que la economía los mida, y por tanto, que pueda incluirlos en su campo de estudio.
Las ideas de Malthus y Marshall influirían en su generación, y en la generación siguiente de economistas, que más tarde dieron paso a la revolución marginalista. William S. Jevons en 1905 entendía que el principio económico que debía regir a la economía es el de maximizar la felicidad, y en términos de Bentham lo importante sería maximizar la utilidad, y particularmente fijarse en la última unidad de bien adquirida (de ahí los términos marginalistas).
A la par de Jevons, el economista F. Y. Edgeworth publicó su obra Psicología matemática de 1881, donde explicaba que maximizar la felicidad, equivalía a maximizar el placer, medible en términos monetarios. Vilfredo Pareto en su Manual de Economía Política de 1906 desarrolló las ideas matemáticas de Edgeworth bajo un esquema más comprensible.
En este análisis, Pareto argumentaba que los datos psicológicos no eran necesarios en economía, ya que las elecciones proveían de suficiente información, a la hora de explicar los comportamientos económicos. Así, las ideas de Pareto terminan expulsando el diálogo entre hedonismo y eudemonismo que se había dado desde la época de Bentham, y que constituía un debate entre Psicología y Economía. Pareto consideraba que el bienestar, la felicidad y la sociedad son dominios de la Sociología y la Psicología, y por tanto los eliminó del campo de la economía. Además invita a adoptar un enfoque de la economía individualista y de las elecciones impersonales que, exceptuando el análisis matemático, no dice nada acerca de la felicidad.
[1] Malthus, T. (1798) An Essay on Population. Electronic Scholarly Publishing Project. Reino Unido. Pag. 101
Acerca del autor: Miguel Arroyo es maestro en Economía por la UNAM. Actualmente desarrolla proyectos de asesoría en política macroeconomica y regulación ferroviaria. Sus líneas de investigación son la economía pública y el desarrollo económico.
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