By Martha Puente

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Los movimientos sociales no surgen de un día para otro, son una lucha constante que requiere de varios momentos para lograr cambios en la sociedad.

Durante los años el movimiento LGBTTTQ ha tenido avances significativos, pero la invisibilización de las lesbianas en México es algo que sigue presente.

La representación pública de las lesbianas en México ha sido un proceso complejo debido a todos los retos que existen en un estado donde se ha ignorado por completo su reconocimiento al punto de negar su existencia y por ende la discriminación que viven.

A finales de la década de los 60´s las lesbianas seguían siendo algo así como personajes de ciencia ficción en la representación de la cultura sexual que dominaba en la época, fueron los jóvenes de la época los que trajeron al plato este tema.[1]

La primera vez que la palabra lesbiana apareció en un periódico importante fue en 1975, el Excélsior cubría una nota a propósito de la Tribuna Internacional de la Mujer, organizada en la CDMX, fue ahí donde una joven australiana tomo la palabra proponiendo que se discutiera en la mesa “el derecho de las mujeres al lesbianismo”.

Claramente en ese momento el mundo y las noticias se dividieron en dos bandos, aquellos que celebraban su “valentía” y la ovacionaban y los que la mandaban a ver a un doctor.

Es en este momento cuando por primera vez las lesbianas tuvieron una reunión a puerta cerrada en la que se discutió la discriminación por orientación sexual, la poca visibilidad y la importancia de hacerse presentes durante la Conferencia.[2]

Sin embargo, fue hasta 1987 cuando se realizó en México el Primer Encuentro de Lesbianas Latinoamericanas y del Caribe, algunos meses después surgió la Coordinación Nacional de Lesbianas Feministas.

Para el año 1991 se organizó en Acapulco la XIII Conferencia ILGA, de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales.

En los años siguientes las lesbianas continuaron ampliando su participación política desde diversos ámbitos, ya sea formando colectivas, asociaciones civiles, o empleándose en organizaciones que promueven los derechos humanos.

Ya que desde los primeros momentos que lograron un poco de presencia pública, las lesbianas mantuvieron vínculos más o menos constantes con algunos movimientos sociales, como el movimiento LGBT+, el feminista, el ecologista, el de estudiantes, etc. aunque tuvieron fricciones con cada uno de ellos al no sentirse plenamente representadas por ninguno.  

Una situación que continúa hasta la actualidad, debido a que cuando las mujeres “salen del closet” como lesbianas y bisexuales y quieren relacionarse con personas del mismo sexo tienen como referencia la cultura gay llena de propaganda y referencias comerciales. [3]

Por otro lado, aunque la Ciudad de México se vende a sí misma como una ciudad amigable con la comunidad LGBTI según la CONAPRED las lesbianas siguen siendo una de las 11 poblaciones más discriminadas.[4]

Uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan las lesbianas y mujeres bisexuales es la falta de reconocimiento de su orientación sexual y la relación que tiene esta con la identidad y expresión de género.

Este desconocimiento genera una serie de prácticas excluyentes; por ejemplo, se asume que todas las mujeres son heterosexuales, lo que impide que las mujeres bisexuales y lesbianas reciban servicios de salud adecuados.

Un ejemplo de ello es como durante una cita médica se suele asumir la heterosexualidad, con lo que en marca una serie de cuestionamientos que no habilitan a que se exprese la identidad u orientación sexual; eso queda claro en el momento en que el doctor/a pregunta: “¿Tienes novio o esposo?” Así, se pierde la posibilidad de hacer preguntas más amplias y se omite un análisis clínico profundo.

Además de ellos las defensoras de derechos humanos lesbianas, ha hecho notar la invisibilización constante de las necesidades específicas en los espacios feministas y LGBTI y, al mismo tiempo, en las dificultades en la sostenibilidad de las organizaciones lésbicas y la articulación y seguimiento de una agenda colectiva para la transformación del Estado y sus instituciones.

Aunque con el tiempo y el trabajo de cientos de mujeres el movimiento lésbico ha ganado espacios y lugares aún sigue siendo un movimiento que reclama democracia, dignidad y justicia social, y que además de todo tiene un importante componente simbólico.

Que si bien necesita de su relación con otros movimientos por la diversidad sexual y por los derechos de las mujeres, busca eliminar la invisibilización de la comunidad lésbica en el ámbito nacional y local, ya que la violación a los derechos de las lesbianas y bisexuales tiene como punto de partida la falta de reconocimiento político, jurídico, social y cultural de la dignidad de ellas.


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[1] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-050X2001000100010

[2] https://www.redalyc.org/pdf/325/32550024008.pdf

[3] https://www.milenio.com/politica/comunidad/a-contracorriente-avanza-movimiento-lesbico-en-mexico

[4] El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) identificó en noviembre de 2016 a 11 grupos en situación de discriminación en México: adultos mayores, afrodescendientes, fieles religiosos, etnias, migrantes y refugiados, mujeres, niños, personas con discapacidad, personas con VIH/SIDA, jóvenes y personas con preferencias distintas a la heterosexual.


Acerca del autor: Martha Puente es estudiante de Derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM.