By Fernanda Márquez

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Ante el contexto social que vive la población en general existen ciertas premisas enunciadas entre las personas que, en su mayoría, han tenido que modificar las formas de convivencia debido a la pandemia que golpeó al mundo hace poco más de un año.

Este tipo de premisas nos permiten cuestionar la percepción de nuestro entorno, ya que tienen todo que ver con la comunicación y cómo se ha abordado este tema a partir de los “medios” digitales. Es decir, pareciera que a medida que va avanzando la tecnología la comunicación resultará ser aún más efectiva. Sin embargo, es necesario replantear la idea de comunicación y preguntarnos si realmente vivimos más comunicados.

 Las clases en línea, el llamado home office y la “convivencia” digital que se ha desembocado gracias al confinamiento han provocado que se mal defina como comunicación a la interacción entre un humano y una máquina o dispositivo.

¿Por qué no podría tratar de comunicación si a tan sólo un click podemos contactarnos con gente de otros países y continentes?

Durante mucho tiempo se ha establecido un modelo dominante de comunicación (emisor, mensaje y receptor) en donde los sujetos quedan cosificados y sin un rol activo, puesto que este esquema nació de las investigaciones realizadas por Bell Telephone, compañía que hace años incursionó en el traspaso de información de un teléfono a otro.

Sin embargo, el proceso comunicativo es más que el intercambio de funciones binarias. Es imposible trasladar un modelo de comunicación entre máquinas a la comunicación humana.

Cuando una persona o un estudiante está sentado frente a una computadora o un celular no está sucediendo un proceso comunicativo, lo que hay es una mera transmisión de información, o como lo diría el pedagogo Paulo Freire, ocurre una extensión (Freire, 1973).

Por eso la insistencia de quien escribe estas líneas en que la convivencia se ha fragmentado a través del individualismo y el traspaso de información. La palabra comunicación viene de comunicare que quiere decir ‘poner en común’, ‘comunidad’ y ‘comunión’, lo cual implica reconocer al otro como en un ambiente de confianza, lo cual en el modelo propuesto por el empirismo sociológico no se cumple, al contrario, se elimina al sujeto completamente.

No cabe duda que nuestros modos de convivencia e interacción con los demás seres humanos ha cambiado a partir del confinamiento social. Sin embargo, podemos decir con certeza que la extraña interacción entre un dispositivo móvil o una máquina no es comunicación y por lo tanto no vivimos más comunicados, sino más fragmentados.

Lo que queda frente a nosotros representa un gran reto en todos los sentidos, ya que pareciera casi inerte nuestra facilidad al acoplamiento de la tecnología que avanza velozmente, de tal modo que lo que nos queda es conservar dentro de nuestros núcleos sociales la propiedad que nos define como humanos, la comunicación.


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Acerca del autor: Fernanda Márquez es Comunicóloga egresada de la FCPyS de la UNAM