By Naomi Solares

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Lo cierto es que las diferencias entre generaciones es un fenómeno que se ha analizado desde tiempos de los positivistas como Auguste Comte y sigue siendo un tema de discusión no solo para las personas que formamos parte de las ciencias sociales; también genera conmoción y confusión en la cotidianidad. Todos los días somos catalogados en redes sociales como la generación de cristal porque de acuerdo con generaciones anteriores estamos caracterizados por ser individuos débiles e hipersensibles. Usualmente encontramos este tipo de comentarios debajo de artículos que abarcan problemáticas como la violencia de género, el racismo, el clasismo y el lenguaje inclusivo. Aparentemente nuestras generaciones son criticadas por no apoyar un sistema que discrimine e invisibilice a otros individuos.

Las generaciones antiguas, como la generación x, los boomers y baby boomers, están representadas por individuos arraigados a la tradición, están cómodos con la estructura de las instituciones, su aprendizaje ha sido limitado, generalmente tienen poca apertura al dialogo y no cuestionan las estructuras de poder. En cambio, las generaciones más jóvenes estamos claramente marcadas por el fácil acceso a la información. Hemos estado rodeados de tantas herramientas que el primer núcleo de sociabilización, o sea, nuestras familias, ha quedado relegada y ahora nuestros valores, criterios y personalidad se han formado con base a lo que leemos en internet, en libros, lo que discutimos con las personas con quienes convivimos – ya sea en el mundo físico o el virtual–. Gracias a la facilidad existente para la comunicación y el libre acceso a material educativo hemos sido capaces de vislumbrar el daño que el actual orden de las cosas ha causado en millones de seres humanos y en nuestro planeta.

Nuestras generaciones han iniciado lo que muchos escritores denominan como la era dorada de las protestas. Y no, esta autora no pretende ignorar las manifestaciones tan poderosas que ocurrieron en antaño, sino más bien es preciso enfatizar en la escala global que estas han alcanzado en la actualidad. Las redes sociales han sido las plataformas para nuestra organización y ello ha causado que el alcance de nuestros gritos, opiniones y criterios pueda llegar a otros continentes. Tomemos el ejemplo del movimiento de Black Lives Matter o las huelgas por el Cambio Climático iniciadas por Greta Thunberg que se han esparcido rápidamente generando movilizaciones en muchos países de distintos continentes.

Somos sujetos en un constante trabajo de deconstrucción. Aunque nacimos en una época disruptiva lo cierto es que fuimos criados dentro del mismo sistema que ahora observamos con desaprobación. Existe una lucha interior constante en busca de nuestros propios valores; perseguimos una liberación que abarca desde nuestra forma de percibirnos como sujetos, la manera de desenvolvemos en nuestras relaciones sexo-afectivas, la forma en que hemos internalizado conductas sexistas y clasistas, entre un sinfín de aspectos más. Vivimos en una época de crisis aguda, donde de acuerdo con datos del INEGI, en el país hay 21.6 millones de personas que tienen entre 15 y 24 años, edades aptas para laborar o estudiar. Sin embargo, 66.8 % no se encuentra inscrito en ninguna institución educativa y 5.8 % no tiene empleo. Y contrario a lo que se piensa, esta problemática no se soluciona simplemente “echándole ganas”; esto es resultado de la falta de oportunidades, de la disfuncionalidad existente en los sistemas educativos y laborales de nuestro país, el nulo apoyo por parte de algunos padres de familia y si, también tiene que ver con nuestro sexo – ya que las mujeres son quienes ocupan más peso en estos porcentajes –. Si, el cuento de la meritocracia que tanto les repitieron a nuestros padres y abuelos resultó ser una mentira. Y si bien la frustración y la decepción está presente, también es claro que no tenemos la intención de quedarnos cruzados de brazos. Como nota personal, puedo asegurar que todos y cada uno de mis conocidos está aportando un grano de arena para cambiar al mundo. Quien sabe, quizá un día podamos lograrlo.


Acerca del autor: Naomi Solares es estudiante de sociología en la UAM Xochimilco.