Héctor Sánchez

Correo: sanchezhector@politicaladvisorsapc.com


Las elecciones intermedias del siguiente año despiertan un sinfín de expectativas al igual que de preocupaciones en diferentes sectores de la sociedad mexicana, y no es para menos, puesto que en los comicios del 2021, además de disputarse quince gubernaturas; treinta congresos locales; mil novecientos ayuntamientos y juntas municipales, también se juegan escaños para renovar la Cámara de Diputados y con ello, se pondrá en evidencia si es que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador continúa con la mayoría de la aprobación mexicana y logra al mismo tiempo canalizarla como apoyo hacia el partido que lo puso en el poder, o si por el contrario, el partido termina por irse a la deriva.

La mayoría absoluta de la cámara baja pareciera estar en el aire, pues a pesar de que actualmente es Morena quien posee dicha mayoría, los problemas que existen al interior del partido (con los constantes roces entre líderes de las distintas facciones y las escisiones entre los aliados que llevaron a AMLO al poder) indican que en las elecciones del 2021 probablemente se repetirá lo que recientemente pasó en los comicios que tuvieron lugar en los estados de Coahuila e Hidalgo, en donde Morena quedó como el gran perdedor ante el inesperado triunfo arrasador del PRI, el cual es otro tema que valdría la pena retomar, pero que ahora queda como una buena herramienta de análisis para tratar de inferir lo que podría pasar en las elecciones para diputaciones próximas.

Morena sorprendió a algunos y ratificó predicciones de otros tantos cuando en las elecciones de 2018 se quedó con la mayoría tanto en la Cámara de Senadores como en la de Diputados, creando un gobierno unificado que no se veía desde aquellas elecciones en 1994, cuando el entonces partido hegemónico lograba por última vez mantener la mayoría en ambas cámaras. Y es que lo que pasó en las elecciones intermedias de 1997, ya en el sexenio de Ernesto Zedillo, quedaría enmarcado en la historia democrática del país como uno de los momentos más importantes que serviría de base para deshacer la hegemonía del Revolucionario Institucional, pues por primera vez en la historia de México, el PRI no lograba hacerse con la mayoría absoluta en la cámara baja, lo que marcaría el inicio de una ininterrumpida serie de siete gobiernos divididos entre el PRI y el PAN y que finalmente terminaría con el gobierno unificado obtenido por Andrés Manuel López Obrador y su partido.

Desde un primer momento, luego de que se dieran a conocer los resultados electorales del año 2018, muchos especialistas y otros tantos opinólogos denunciaban el peligro que una victoria de tal tamaño para AMLO y Morena representaba en su momento y lo que podría significar para la nación en un futuro. Muchos consideraron que la concentración de tal poder se remontaba a muchas décadas atrás, teniendo como antecedente y ejemplo predilecto el poder concentrado que alguna vez el PRI tuvo y cuya característica principal fue la nula pluralidad política por casi todo el siglo XX. Y es que, teniendo como ejemplo esto, ¿Cómo no se podría caer en la incertidumbre y en el pánico por regresar a una hegemonía de partido en el poder?

Pero por otro lado, algunos otros mencionaban que precisamente se necesitaba de una solidificación en el Congreso por parte de Morena, un gobierno unificado para que la predicada y llamada Cuarta Transformación de México tuviera bases fuertes y se llevara a cabo sin las trabas de una oposición enardecida por semejante derrota electoral.

Se podría mencionar que la victoria sin precedentes de Morena, un partido político que para aquellas elecciones contaba con apenas cuatro años de registro oficial, más bien se podría nombrar como una derrota sin precedentes de los tres principales partidos políticos (PRI, PAN y PRD), pues el voto de castigo se hizo presente en la elección más grande que se haya tenido en México, en donde más de treinta millones de mexicanos reflejaron su hartazgo y falta de identificación con estos partidos al otorgarle el voto a un partido relativamente nuevo, pero que bajo el cobijo de Andrés Manuel López Obrador, la figura política más importante (sin connotaciones negativas o positivas) de la historia reciente de México, logró canalizar los conflictos sociales que el gobierno de Enrique Peña Nieto dejó como herencia luego de llevar hasta límites increíbles la corrupción e ineptitud política.   

Lo anterior se sostiene por lo que de igual forma se comentó ya, y es que las derrotas electorales de Morena a manos del PRI en Coahuila e Hidalgo en el pasado mes reflejan que realmente, por lo menos en es esos estados, no ha habido un realineamiento por parte de la sociedad desde las elecciones de 2018 al presente 2020, lo que enciende alarmas al interior de la maquinaria morenista de cara a las elecciones próximas. Por lo tanto, el que AMLO haya llegado a la silla presidencial con la mayoría absoluta no significa que en estas elecciones, su partido político pueda emular la misma hazaña, lo que se ve todavía más complicado al asimilar que López obrador no estará en las lonas y pancartas acompañando a los candidatos de su partido; es decir, serán unas elecciones sin el arrastre provocado por el candidato carismático a la presidencia.

Siendo realistas, Morena desaprovechó la oportunidad de crear un partido fuerte, sin mencionar que también desaprovechó la oportunidad de incluso entrar en una metamorfosis de partido hegemónico quizá para un par de sexenios más, lo cual, también es de celebrar. Polevnsky, Delgado, Monreal y Muñoz Ledo parecieran arrastrar a Morena los mismos vicios que dejaron moribundo al PRD luego de su derrota en 2012, pero lo hacen en un escenario de personalidades de aquel PRI de los setentas u ochentas, haciendo de ese partido (que parecía iba a mantener el poder indiscutiblemente por un par de sexenios más) un gigante con pies de lodo que gracias a su falta de cuadros fuertes y de cohesión entre sus distintas facciones de izquierda ni siquiera tiene la certeza de ganar los comicios del 2021. 

No se pueden realizar sentencias exhaustivas o veredictos finales a falta de meses para las elecciones, pues en política nada está dicho, pero el sorprendente gobierno unificado de AMLO y Morena parece tener los días contados. Todo indica que así como tuvo una entrada estruendosa en San Lázaro aquella mayoría morenista, su salida será de igual forma estruendosa, pero con una participación fugaz. Y cabe señalar también que no es que Andrés Manuel y su partido se hayan enfrentado a una ola de embestidas por parte de oposiciones de derecha, del centro o desde otras izquierdas, pues el PAN, el PRI y otras vergonzosas y lacrimosas agrupaciones de ultraderecha parecen estar más concentrados en competir entre ellos por ver quien articula el ataque más endeble y ridículo contra el poder. El probable debacle morenista, a todas luces, podría corresponder a su desmoronamiento interior, por la lucha de egos y de intereses particulares que evidencian que Morena solamente fue el partido lopezobradorista.


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Referencias:

1.-García Reyes, Christian Uziel, 2010, “Los partidos políticos y las elecciones en México: del partido hegemónico a los gobiernos divididos”, Estudios Políticos, 19, pp. 129-157.

2.-Moreno, Alejandro y Patricia Méndez, 2007, “La identificación partidista en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006 en México”, Política y Gobierno vol. Xiv, núm 1, pp. 43-75.


Acerca del autor: Héctor Sáchez es estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública y Sociología.