By Fernando Zúñiga

Correo: zuniga.chef@politicaladvisorsapc.com


Hace unos días, y como es mi costumbre hablaba de temas triviales con la dueña de la pequeña papelería donde acostumbro surtirme de este tipo de artículos, normalmente estos temas oscilan entre el clima y mi clásica encuesta sobre las ventas del día; sin embargo en estos días de pandemia, el tema recurrente de estas cortas charlas es cómo el COVID ha impactado la salud de los vecinos y sobre todo cómo las ventas han bajado dramáticamente en los negocios pequeños, como la referida papelería o las múltiples tiendas de abarrotes en la misma calle.
Salió a colación el asunto de los apoyos del gobierno a los negocios, me comentó la dueña, la Señora Bertha que a ella le habían dado el préstamo a la palabra de cinco mil pesos, mismo que ya había recibido y gastado hacía ya unas semanas, le pregunté si no había solicitado el crédito de 25 mil, que ofrece el gobierno a personas dadas de alta en el SAT, pero me dijo que no lo iba a hacer porque según me comentó, no le iba a ser posible pagarlo pues ya tenía la deuda del primer préstamo.
La Señora Bertha es una de tantas personas físicas que están dadas de alta ante el Sistema de Administración Tributaria (SAT) en el Régimen de Incorporación Fiscal (RIF), porque decidieron que su negocio debería estar dentro de la formalidad y bimestralmente pagan sus impuestos, ella tuvo acceso al primer préstamo por estar registrada en el Censo de Bienestar y podría haber solicitado el segundo préstamo por estar dada de alta como patrón en el IMSS y no haber despedido a su única empleada.
Toda esta situación me hizo reflexionar alrededor de los estos dos famosos préstamos, lo ineficiente de su entrega así como su insuficiencia como “apoyo”. Por un lado el préstamo a la palabra que se dio a quienes integran el Censo de Bienestar, dejó fuera a muchos pequeños negocios que jamás fueron visitados y por otro lado el de 25 mil pesos para pequeños negocios dados de alta en el SAT y que no despidieron a empleados, dejó fuera aquellas personas físicas sin empleados pero que también necesitaban de apoyo para hacer sobrevivir sus negocios, aunque cabe señalar que ni sumando ambos apoyos (el de cinco y el de veinticinco) la cantidad es suficiente para ayudar realmente a un negocio que está en problemas financieros.
Ante esta situación la mayoría de estos negocios, tanto los que han optado por la formalidad como los que no, tienen un panorama un poco menos que sombrío, porque la reactivación económica no llegara ni pronto ni fácilmente, en los lugares donde el semáforo continúa en rojo muchos de estos negocios se aferran a abrir sus locales, incluso aunque la normatividad local no lo permita, y en otros casos, como las tiendas de abarrotes, se arriesgan a despachar a la clientela fuera del horario permitido de forma furtiva, todo con la idea de no perder ingresos, aun corriendo el riesgo de ser multados por las autoridades.
Como es de todos sabido una de las medidas, que los negocios han tenido que implementar, es el ofrecer sus productos y servicios en las redes sociales e internet, así como la entrega a domicilio, los menos también han implementado el recibir transferencias bancarias, tarjetas de crédito y débito como medios de pago, todas estas medidas han ayudado a paliar un poco los efectos de la actual crisis económica.
Sin embargo hay que tener algunas consideraciones antes que estas ventajas se conviertan en desventajas o incluso dolores de cabeza:
La Ley del Impuesto Sobre la Renta (ISR) señala en su artículo primero que todos los residentes en México deberán pagar este impuesto por sus ingresos sea de donde fuere que éstos provengan, es decir que todos los mexicanos debemos pagar el impuesto correspondiente a nuestros ingresos, incluso los negocios pequeños y familiares. Por esta razón se creó el Régimen de Incorporación Fiscal, para llevarlos a todos a la formalidad, con la promesa de que al hacerlo adquirirán beneficios ante el IMSS y el propio SAT (los beneficios de este régimen los abordaré en otro artículo), así como los referidos apoyos por la pandemia.
Debemos entonces tomar muy en cuenta que al ofrecer productos y servicios en medios digitales como Uber Eats, Rappi, Sin delantal, Didi Food; que al recibir pagos por transferencias bancarias, depósitos en Oxxo, o con lectores de tarjetas como clip, señor pago, izzetle, Billpocket, Kiwi, etc. estamos obteniendo ingresos que a la vista del SAT deben ser declarados como tal para el posterior cálculo del ISR, ojo, esto aplica estemos dados de alta en el SAT o no, recordemos que los bancos están obligados a informar a la autoridad los ingresos de los cuentahabientes, así que nadie nos salvamos de esto.
Para aquellos negocios que están tributando en el RIF no hay mayor problema, es suficiente con que sumen los ingresos provenientes de estos rubros a sus declaraciones bimestrales y listo. El problema es para quienes no están dados de alta y que corren el riesgo de ser requeridos o incluso multados por el SAT, por la omisión en el pago de estos impuestos.
Algo más qué considerar: la fracción VI del artículo 111 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta precisa que a partir del 1 de junio de 2020, no podrán tributar dentro del Régimen de Incorporación Fiscal (RIF) las personas físicas que presten servicios o enajenen bienes por Internet, a través de plataformas tecnológicas, aplicaciones informáticas y similares, es decir que si tu pequeño negocio es vender productos o brindar servicios únicamente por estos medios, no podrás obtener los beneficios de ser RIF, pero si prestas tus servicios por estos medios y también de forma física como en un local, y vendes al público en general, no tendrás esta limitante.
Estar dado de alta en el SAT, te permite además ofrecer meses sin intereses con tarjetas de crédito, utilizando los servicios de lectores de tarjeta que arriba señalé, pero no hay que perder de vista las comisiones que hay que pagar por eso, pero bien manejadas pueden potenciar tus ventas de forma increíble.
Los negocios pequeños, como siempre, siguen siendo la columna vertebral de la economía nacional; como siempre, el apoyo que el gobierno les brinda es muy poco y deficiente; siempre ha sido difícil emprender negocios en nuestro país y hacerlos sobrevivir es de por sí doblemente difícil en condiciones normales y ahora lo es más. Los emprendedores deben consolidar sus negocios generando sinergias entre ellos; sí o sí, utilizando los medios tecnológicos para ventas y ahora más que nunca generar ideas innovadoras para satisfacer las necesidades de sus clientes, “en tiempos de crisis hay quienes lloran y quienes venden pañuelos”; no nos olvidemos además de ser siempre éticos y pagar lo que haya que pagar, porque recordemos “en esta vida hay que estar bien con Dios y con Hacienda”.


Acerca del autor: Fernado Zúñiga se ha desarrollado en ambientes que abarcan las artes y la promoción cultural, la informática, las TIC’s, la gastronomía, todo lo anterior aunado a su formación profesional en la gestión de negocios.