By L. Alberto Islas

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La distribución del ingreso cuenta con dos enfoques: la distribución funcional del ingreso y la distribución del ingreso de los individuos y los hogares. El primer enfoque está relacionado con el pago correspondiente a cada factor de producción; el segundo está relacionado con las fuentes de ingreso personal y con la totalidad de los ingresos que cada uno de los integrantes de un hogar percibe. En este particular espacio nos interesa abordar el enfoque sobre la distribución funcional del ingreso desde una perspectiva del pensamiento económico clásico.

La distribución funcional del ingreso tiene sus raíces en los trabajos seminales de la Economía; en trabajos pioneros como los de Smith (1779), Ricardo (1817) y Marx (1867) el concepto se hace presente. Por lo tanto, la distribución funcional del ingreso se puede considerar como la base de análisis distributivo en esta corriente de pensamiento.

Desde la perspectiva de la economía clásica, el ingreso se divide en las remuneraciones a los factores de producción clásicos: trabajo y capital.

Ricardo, retomando las hipótesis inicialmente planteadas por Smith, argumenta que el valor de cambio de los bienes depende de la cantidad de trabajo empleada en ellos. Entonces, la medida del valor de cambio es la cuantía de trabajo gastado en la producción de los bienes y, de la misma forma, se determina el correspondiente pago a los factores involucrados en la producción.

El precio de los diversos bienes es determinado por el costo de la mano de obra empleada en la producción y el capital requerido en la producción de un solo bien. El factor trabajo es, en sí, el punto central de estudio de la economía clásica y los salarios representan la base central del análisis clásico de la distribución funcional del ingreso (Bibard y Klimovsky, 2014).

En el pensamiento clásico, el salario se identifica como el nivel de ingreso necesario para que los trabajadores, y sus familias, tengan asegurada su sobrevivencia y reproducción[1]. Debido a esto, el salario representa la parte central de la distribución del ingreso, ya que toda actividad económica se mide mediante términos del trabajo.

A pesar de lo anterior, en la teoría clásica se consideran a los factores de producción como homogéneos; una vez realizado el pago de los salarios y la renta, el “residuo” es considerado el beneficio de la clase capitalista.

Bajo el enfoque neoclásico, el estudio de la distribución del ingreso no es de mucha utilidad en el sentido de que se debe alcanzar un nivel de desagregación que permita estudiar la diferenciación de los salarios debido a las diferentes ocupaciones. Es decir, que la diferenciación de los salarios deviene de un proceso de optimización donde los salarios sean igualas a la productividad marginal del trabajo[2]. Es así, bajo este enfoque, que la productividad marginal del trabajo se vuelve un elemento fundamental en la discusión de la distribución del ingreso.

Las diferencias en la concepción de la distribución del ingreso entre la economía clásica y neoclásica radican en la manera en que determinan las remuneraciones de los factores, especialmente al trabajo[3].

La distribución funcional del ingreso es fundamental para entender la discusión general de la distribución del ingreso.

Contextualizando para la economía mexicana, según cifras del INEGI para el 2020, únicamente una cuarta parte de la riqueza nacional es traducida en salarios; es decir, de cada $10 pesos generados por la estructura productiva de México, únicamente $2.50 son remuneraciones a los trabajadores mexicanos, mientras el resto se traduce en ganancias al capital.

Retomar la discusión de la distribución funcional del ingreso es necesario para transitar hacia sociedades más democráticas.


[1] Malthus (1798) plantea la hipótesis (coincidente con Smith y Ricardo) de que el aumento de los salarios generará un aumento en la población y, al verse incrementada la población total, habrá cada vez más individuos involucrados en el proceso de producción, lo que presionara los salarios a la baja hasta regresar al nivel de subsistencia. En este argumento descansa la hipótesis clásica de la igualación del precio del trabajo con el salario de subsistencia.

[2] Marshall (1920) determina las bases del análisis salarial en la teoría neoclásica.

[3] “En la tradición neoclásica, la teoría de la distribución es un caso particular de la teoría de los precios. En efecto, los ingresos provienen de la venta de servicios de los factores, pero estos últimos no se distinguen de la generalidad de más mercancías ya que sus precios se determinan sobre la base del mismo principio: la igualdad entre la oferta y la demanda. No hay lugar para la existencia de clases sociales y la propiedad no constituye un elemento central que diferencie a los individuos. De lo anterior también se infiere que el trabajo no tiene una especificidad esencial en relación con las mercancías: el salario está determinado por el equilibrio de la oferta y la demanda” (Bibard y Klimovsky, 2014 p. 27).


Bibliografía.

Bibard, C. y Klimovsky, E., (2014) Capital, salario y crisis. Un enfoque clásico. UAM – Siglo XXI Editores, México.

Marshall, A., (1920) Principles of Economics. Biblioteca de Cultura Económica.

Marx, K., (1867) El Capital. Tomo 1. Fondo de Cultura Económica, México.

Ricardo, D. (1817) On the principles of political economy and taxation. Cambridge Press.

Smith, A., (1779) Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Editorial Alianza.


Acerca del autor: L. Alberto Islas es maestrante en Economía Social por la UAM – Iztapalapa; actualmente desarrollando la tesis: «Pobreza estructural y niveles de productividad. Un análisis regional; México: 2008 – 2018».