By Carlos Castillo

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La vivienda es algo más que la vivienda. Es el lugar de convivir, de reproducir la fuerza de trabajo y de construcción de lazos afectivos. La vivienda es también una de las condiciones para acceder de facto a la ciudadanía. La vivienda urbana es algo más, o algo menos, que una vivienda.

Jordi Borja

Vastos sectores de la sociedad mexicana no han podido acceder a una vivienda digna, a pesar de haber sido establecido como un derecho en la Constitución Política (artículo 4) y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (artículo 25). Ha sido encarecida y exclusiva, solo un segmento de  la sociedad cuenta con una vivienda propia y adecuada.

La vivienda se ha convertido en un negocio con el cambio del paradigma económico, tras la llegada del modelo neoliberal. La sobrepoblación de muchas zonas ha dejado cada vez menos espacios que habitar. Algunas constructoras han aprovechado esto para hacer casas con dimensiones cada vez más reducidas y homogéneas, que pierden toda personalidad y en ocasiones incumplen con la normatividad.

La evolución de la vivienda en México trajo consigo no sólo cambios en la manera de poblar, sino también en las formas de organización política y social. La entrada del capitalismo dio los primeros pasos para que este derecho se convirtiera en un negocio.

Durante la industrialización, en el siglo pasado, la configuración espacial del país comenzó a cambiar, cientos de personas se desplazaron desde el campo hacia la ciudad. Las ciudades en donde se concentraban las industrias empezaron a sobrepoblarse, tal es el caso de la Ciudad México, que a su vez desembocarían en distintas problemáticas latentes en la actualidad: “Gran problema es la concentración urbana de la población, el éxodo continuo del campo a la ciudad, y la imposibilidad de que la ciudad les dé a todos trabajo, educación, atención médica, etcétera” (Cosío Villegas, 1973).

Posterior al poblamiento de las principales zonas de la Ciudad de México, se habitaron sus periferias, esencialmente hacia el norte y el oriente, como resultado de que la gente no podía acceder a los centros del país en donde la vivienda era más cara y difícil de adquirir. La ciudad se expandía con la industrialización y el patrón de expansión urbana, explica Víctor Delgadillo (2011), sigue el curso de las vías de comunicación y apenas en la década de 1950 llena las áreas baldías entre esas vías.

En estas periferias, constantemente con la ayuda de políticos que se ganaban sus votos como clientelas, se fueron formando muchas zonas populares que en la mayoría de los casos escaseaban de servicios públicos y se construían sobre terrenos irregulares. Fue dándose así un habitamiento y construcción desorganizada. Municipios como Nezahualcóyotl, Naucalpan, Ecatepec y la Gustavo A. Madero abrieron paso a personas provenientes de zonas rurales, principalmente del sur del país.

Eso trajo consigo nuevas formas de organización política y social. El especialista Cuauhtémoc Ochoa (2019) enfatiza que “la nueva organización espacial que se estaba configurando, sin duda, redefiniría las relaciones sociales y políticas e impactaría de manera notable en los procesos culturales”.

La industrialización también creó una clase media que pudo acceder a una vivienda con más facilidad, pero en otro polo de la sociedad había muchas personas que habitaban de una forma muy precaria, un segmento marginado y olvidado, generando un crecimiento asimétrico:

La demanda de miles de migrantes y habitantes de la ciudad que necesitaban tierra para vivienda provocó la adquisición u ocupación irregular de terrenos no aptos para el desarrollo urbano, en áreas de difícil topografía o en tierras ejidales y comunales, las cuales no estaban disponibles en el mercado inmobiliario formal (Ochoa, 2018:114).  

En medio de todo esto surgió el Movimiento Urbano Popular (MUP), una expresión de organizaciones y colectivos que en ocasiones surgían al margen del régimen. Este movimiento tenía como fin mejorar las condiciones de vida y evitar la remodelación y el reordenamiento de la ciudad que desplazaban a muchas personas dejándolas en la incertidumbre.

Personajes del MUP representaron un papel relevante en la instalación del pluralismo moderado en el sistema político del país. Muchos liderazgos del MUP fueron fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y conformadores del Frente Nacional Democrático (FDN), que desafiarían al régimen en las elecciones de 1988 y lograron obtener varios curules en 1997, año en el que el PRI pierde su mayoría en la Cámara de Diputados.

Las crecientes industrias pusieron condiciones a los habitantes y también en la forma de organización de la ciudad. Muchas casas fueron derrumbadas a partir de la década de los setenta para comenzar a edificar complejos habitacionales o plazas para las clases medias y altas.

La vivienda se estaba añadiendo a la economía capitalista en el país, sin embargo, este proceso no era exclusivo del lugar, desde años atrás ya Federico Engels había notado este fenómeno en las sociedades europeas:

Testigo de los efectos de la Revolución Industrial en varias ciudades europeas, entre ellos el de las miserables condiciones de vivienda de los nuevos obreros,  reconocía en 1872 que la penuria de la vivienda ha afectado casi de igual manera a todas las sociedades de todos los tiempos, donde una clase social domina a otra, pero que en el capitalismo esta problemática adquiere dimensiones alarmantes. Engels demuestra que una vivienda tiene un valor de uso y un valor de cambio, y que en el capitalismo accede a alquilar o comprar una vivienda  quien tiene para pagar por ella (Delgadillo, 2011:150).

Estos procesos de sobrepoblación y gentrificación propiciaron un negocio inmobiliario bastante rentable, en el que posteriormente el gobierno mexicano abriría paso a la inversión privada como una medida neoliberal en el recorte del gasto público. El acelerado crecimiento demográfico sumado a la crisis económica de los años ochenta, resultado de la caída de los precios del petróleo, el aumento de las tasas de interés y la exigencia de pago de la deuda exterior, conllevó al gobierno federal a adoptar una serie de ajustes estructurales que incluyeron el recorte en el gasto social y la venta de empresas paraestatales que resultaron en más desempleo y reducción presupuestal en varios rubros (Regules, 2018).

El problema aumentó su magnitud tras los sismos de 1985. Muchas personas perdieron su hogar y la reacción social fue una gran movilización, debilitando al régimen y mostrando su incapacidad de actuación ante una situación así. Como señala Germán Pérez (2009), la mala manera de reaccionar del gobierno federal y la rápida reacción de la sociedad permitieron la organización de muchos tipos de damnificados. Esta situación sucedió recién acatado el plan de austeridad del FMI.

El arraigamiento del neoliberalismo trajo una serie de reformas en materia territorial y de vivienda. Las reformas realizadas a finales de los ochentas y noventas de la venta de ejido, voltearon el interés de las empresas inmobiliarias a la tierra.

Los cambios fundamentales se evidenciaron desde finales de los ochentas, cuando la política habitacional se afianzó en los lineamientos del Banco Mundial que señalaron que la inversión destinada al rubro de vivienda debía ser rentable; es decir, que los créditos individuales para su adquisición debían ser recuperados en su totalidad (Salazar, 2013). Es así como el derecho a la vivienda se transformaba en un negocio con el cual especular, donde el Estado ha dejado gran participación a la inversión privada.

Eugenia Salazar (2013) ha mencionado que en el ámbito territorial, el modelo neoliberal toma forma en 1992, con las reformas al artículo 27 Constitucional y a la Ley Agraria, dirigidas a facilitar la privatización del suelo de las comunidades agrarias, que hasta ese momento eran intransferibles, inalienables e inembargables.

Los efectos del neoliberalismo para finales de 1993, con casi doce años, fueron que el crecimiento económico había sido prácticamente nulo, se tenía un déficit en el empleo de unos seis millones de personas, que se habían refugiado en la economía informal, en la migración hacia el norte o en la delincuencia (Germán Pérez, 2009).

Sumado a esto estaba la política pública enfocada al acceso a la vivienda, excluyente de las personas que no cuentan con un trabajo formal y que, por tanto, no podrán adquirir una vivienda a través de los créditos hipotecarios de  INFONAVIT o FOVISSSTE.

El modelo neoliberal cada vez lleva a más personas a la informalidad laboral, debido a la flexibilidad e incertidumbre que genera, y que además los excluye de un crédito hipotecario como consecuencia de que están reservados para los trabajadores formales (derechohabientes). Este fenómeno que se formó sigue hasta nuestros días. La exclusión de la vivienda para los trabajadores informales, es decir, más de la mitad de los trabajadores mexicanos, y una población creciente en este sector es un reto por afrontar.

Esta privación de las personas a una vivienda digna ha mermado la calidad de vida de millones de personas en el país, consigo mayor desigualdad y para muchos pocas oportunidades de movilidad social condenadas a la pobreza.

En suma, es necesario buscar políticas que rescaten las zonas marginadas del país y que se garantice el derecho a una vivienda y empleo dignos o  se continuará cobrando un elevado costo social, que no solo la sociedad pagará sino que también los políticos algún día tendrán que afrontar.


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Bibliografía:

Cosío, D. (1973). Historia mínima de México. CDMX, México: COLMEX.

Delgadillo, V. (2011). Patrimonio histórico y tugurios: Las políticas habitacionales y de recuperación de los centros históricos de Buenos Aires, Ciudad de México y Quito. CDMX, México: UACM.

Gomezcésar, I. y Ochoa, C. (2019). Cuautepec: Actores sociales, cultura y territorio. CDMX, México: UACM.

Pérez, G. (2009).Movimientos Sociales y Reformas Electorales. CDMX, México: UNAM.

Regules, R. (2018). Notas sobre el futuro demográfico de México y el binomio población y desarrollo. México: UNAM.

Salazar, E. (2013). Suelo y política de vivienda en el contexto neoliberal mexicano. México: COLMEX.


Acerca del autor: Carlos Castillo es estudiante de Ciencia Política y Administración Urbana por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.