Héctor Sánchez

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La discriminación en México es uno de los temas que más han estado entre la pluma y el papel de numerosos estudios y trabajos académicos y políticos. Sin duda alguna, la discriminación es lamentablemente un tema que da mucho hilo a la hora de tratar de explicar el comportamiento y la estructura de la sociedad mexicana. Es así que tanto el INEGI y CONAPRED, en conjunto con la CNDH, la UNAM, y el Conacyt, elaboraron la Encuesta Nacional Sobre Discriminación de 2017 (ENADIS), en donde la discriminación se define de esta manera: “La discriminación es toda distinción, exclusión o restricción que, por acción u omisión, tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir o menoscabar el reconocimiento o goce de los derechos humanos y libertades.”[1] Aunque también, otra definición correcta y más completa sería la siguiente:

Para los efectos de esta Ley se entenderá por discriminación toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas […] También se entenderá como discriminación la xenofobia y el antisemitismo en cualquiera de sus manifestaciones.[2]

Discriminación por la tonalidad morena de la piel.

En Posición socioeconómica, discriminación y color de piel en México, un artículo que se dedica a tratar precisamente el tema de la discriminación en Latinoamérica, más específicamente en nuestro país, menciona que “un aspecto poco analizado en México en particular y en América Latina en general, es que dentro de la población urbana existe trato diferenciado en función del color de la piel.”[3] Se entiende que la categoría raza no se utiliza en México para abordar las diferencias étnicas en cuanto a la ascendencia, como en Estados Unidos o Canadá, por lo que tanto la autora como los autores del artículo establecen una clasificación de tres categorías en torno al color de piel: blancos, morenos y afrodescendientes. Concentrándose particularmente en el caso de las personas discriminadas por su color de piel morena.

Sin embargo, también mencionan que en el caso de la discriminación que sufren las personas morenas, es un tanto difícil su trato, es decir, a diferencia de los grupos indígenas, LGBT, mujeres, etc., las personas con la piel morena no se identifican con un grupo en especial, ya que a pesar de que de manera prejuiciosa se considera que su ascendencia es indígena, no todas comparten esto. Y es que “es útil proponer que el color de piel sirve de marcador para crear categorías socioculturales de modo que las personas reciben cierto trato y viven experiencias similares en función de esa característica; esto a pesar de no identificarse como parte de un grupo.”[4]

Indicadores de discriminación por el tono de piel.

En la Encuesta Nacional Sobre Discriminación del año 2017 podemos encontrar varios indicadores que nos permiten observar la discriminación del tono de piel. Para comenzar, los resultados generales arrojan que de “la población de 18 años en adelante, más de la mitad (59.2%) se declaró con tonalidad de intermedia. 29.4% señaló tener un tono de piel más claro; mientras que el 11.4% declaró ser de la más obscura.”[5] Esto basado en la escala cromática de 11 tonalidades. Así que observamos que un 70.6% de la población mexicana mayor de 18 años que fue encuestada se declaró con tonalidad no clara. El grueso de la población mexicana tiene una tonalidad de piel morena, lo que nos permite comprender mejor lo que a continuación se nos sigue mostrando en los resultados generales de la encuesta.

Se menciona que el 2.1% de las personas con tonalidad clara que fueron encuestadas no tienen escolaridad, frente al 3.9% de las personas encuestadas que dijeron tener un tono de piel muy obscuro. El 18% de las personas con tonalidad clara de piel dijeron no tener la educación básica completa, mientras que el 57.9% de los encuestados que dijeron tener la piel de un tono intermedio o muy obscuro, no tiene la educación básica completa. Finalmente, la diferencia que permite visualizar la discriminación estructural se presenta cuando observamos que un 30.4% de la población encuestada que dijo tener un tono de piel clara logró la educación superior, mientras que hay un 22.7% de los que dijeron tener la piel en un tono intermedio y un 16% de persona que dijeron tener la piel en un tono más obscuro que cuentan con tal grado de escolaridad.

Otro de los indicadores de la discriminación estructural hacia las personas con la piel de tonalidad morena es el que se observa en el tipo de ocupación que las personas encuestadas de 18 a 59 años dijeron tener. Es así que un 6.1% de las personas que dijeron tener un tono de piel claro ocupan puestos de funcionario, dirección y jefatura, mientras que las personas con un tono de piel más obscuro ocupan un 2.8% en estos puestos. Otro dato importante es el de los puestos profesionales y técnicos, en donde las personas con un tono de piel claro ocupan la mayoría con un 21.5%, mientras que las personas con un tono de piel intermedio lo hacen con un 17.4%, dejando en el último lugar a las personas con un tono de piel más obscuro, con un total de 12%. Finalmente, los puestos de trabajadores en servicios personales, actividades de apoyo y agropecuarios son ocupados en su mayoría por personas de piel más obscura, esto con un 44% de las personas encuestadas, mientras que las personas con un tono de piel claro ocupan un 28.4%.


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[1] Encuesta Nacional Sobre Discriminación, 2017. Resultados generales.

[2] Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, Art. 4, 2003.

[3] Ortiz Hernández, Luis, Ayala Guzmán, César Iván, & Pérez-Salgado, Diana. (2018). Posición socioeconómica, discriminación y color de piel en México. Perfiles latinoamericanos, 26 (51), pág. 216.

[4] Ibídem, pág. 218.

[5] Encuesta Nacional Sobre Discriminación, 2017. Resultados generales.


Acerca del autor: Héctor Sánchez es estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública y Sociología.