By David Cortes

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Muchas personas veían en la consulta para enjuiciar a los expresidentes la primera oportunidad del México moderno de involucrar a la sociedad civil en un tema sumamente político como lo es la rendición de cuentas al más alto poder en el país. Muchos otros veíamos en dicha actividad un intento del presidente Obrador por estar en la boleta en las elecciones intermedias.

La verdad parece ser, que ni una ni la otra: Tras que se le dijera incansablemente que “La ley no se consulta, se aplica” tras ver que, de acuerdo a cifras oficiales del Instituto Nacional Electoral (INE), participo menos del 10% -demasiado por debajo del mínimo vinculante del 40%- el presidente salió a decir que de todos modos si se iba a investigar qué hicieron los expresidentes. También salió a decir que iba a impulsar una serie de reformas destinadas para mejorar al encargado de realizar la encuesta: El INE.

El INE ha sido de las pocas instituciones en el gobierno donde él no ha podido poner a un compañero de lucha, y quien en muchas ocasiones le ha echado a perder ciertos pactos: Es bien sabido que los puestos relevantes en el gobierno federal se deciden en Palacio Nacional, no por teléfono; y dicha decisión se toma por un presidente que quiere regresar a los días donde los gobernadores eran verdaderamente eso: gobernadores, oficiales designados desde la capital para atender cuestiones locales, no el poder ejecutivo local de estados libres y soberanos unidos por una identidad común. Para lograrlo, pacta con personas que le darán lo que busca a cambio de alguna concesión en algún otro punto o cuestión, en el pasado, presente o futuro.

Todo mundo vio como fue rápido para condenar la cancelación de la candidatura del candidato por su partido en Guerrero, pero no tanto para la del candidato a Michoacán. Y pocos dijeron mucho cuando se le cuestionó sobre que la candidatura quedo entre familia, o que, ante el tema por el cual muchos dicen que no se debió escoger a aquel candidato en primer lugar, el presidente si respeto el debido proceso y llamó al silencio prudente.

Aunado a esto, recordemos que el instituto le negó juntar la consulta popular con las elecciones intermedias, a lo que luego se combinó las modificaciones que le efectuó la Suprema Corte de Justicia a la pregunta que se buscaba realizar.

Perdió estas batallas entre otras tantas, batallas que no son más que el inicio en una guerra contra un instituto que le ha dado problemas por años. La verdadera guerra se avecina.

La pandemia nos ha desensibilizado ante las noticias -si es que hay quien las siga viendo tras ya casi 18 meses de confinamiento- lo que me hace pensar que no se ha resaltado lo suficiente que “pronto” – el 5 de junio de 2022- habrá elecciones en los estados de Quintana Roo, Tamaulipas, Oaxaca, Hidalgo y Durango, que el presidente ha dicho que buscará que se junte ese periodo electoral con la consulta de revocación de mandato, y que los dos consejeros del INE que el presidente ha denunciado por nombre en la tribuna de las mañaneras saldrán en menos de un año de dicho instituto.

La frase “Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas” se hace presente, se transforma y se convierte en un imperativo que todos los mexicanos debemos tener en mente conforme pase el tiempo, la pandemia permita y las variantes se calmen.

“Hay años en los que no pasa nada y meses en las que se deciden años” es la frase que parece encapsular el tema que viene y se convertirá en el nuevo titular de la agenda de un presidente que entro con la consigna de reformar, pero en los hechos, ha deformado lo que estaba para hacer algo que no tiene mucho de avance, pero si mucho de construcción de un proyecto que suena bonito para quienes añoran los 60’s del siglo pasado, pero niega el futuro que nos alcanza.


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Acerca del autor: David Cortes es egresado de la Facultad de Economía de la UNAM y fue asesor de Campaña en 2018.