By Luis Díaz

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“La cultura de una civilización es el arte y la literatura a través de los cuales se erige una consciencia de sí misma y define su visión de mundo”

Roger Scruton

Anteriormente tenía pensado para esta entrega reflexionar sobre el papel de la economía en la configuración del orden internacional actual y el conflicto entre Occidente con el Oriente, no obstante, vi una mesa redonda donde participaban Anthony Blinken y Alexandr Dugin, sobre populismo, liberalismo y democracia. El punto interesante del debate a mi parecer es la explicación de Dugin sobre la noción de humanidad, individuo y libertad anti universal, lo cual es impensable en el mundo liberal. El liberalismo político enarbola la equidad de las personas (para el mercado), libertad (de comercio) y fraternidad (entre burgueses).

Se podría argumentar que el liberalismo político es una moderación al liberalismo económico, donde se busca una universalidad de valores para toda la humanidad por igual como lo describe Montesquieu en El Espíritu de las Leyes o el Contrato Social de Rosseau, no obstante todo ethos político surge de sus necesidades económicas, la superestructura social parte del desarrollo económico, al existir un nuevo paradigma económico, surge un nuevo paradigma político, por ejemplo con el keynesianismo surgió el paradigma del Estado de Bienestar, con el liberalismo de Chicago (neoliberalismo) surge el liberalismo social, donde la responsabilidad de bienestar recae en la acción social de las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y la caridad religiosa, el papel del Estado es de un facilitador político poco intervencionista, que entre menos regule mejor.

Una vez aclarado este punto de la teoría política podemos retomar nuestro emprendimiento de la historia de las relaciones internacionales, ahora por medio de la ideología. El Occidente y el Oriente tienen diferentes cosmovisiones del mundo, estas como resultado de sus procesos históricos, políticos y económicos, el Islam logro imponer una visión teocrática por largo tiempo, el shinto, el taoísmo y el budismo configuraron la vida de China, Japón, Corea y el sureste asiático, excepto en Indonesia donde se asentó el Islam. Al contrario de Occidente donde una vez establecido el orden internacional de los tratados de Westfalia, el liberalismo económico y después el liberalismo político dominaron el pensamiento ideológico del Continente dejando un sistema de pesos y equilibrios en la política europea hasta el surgimiento del fascismo.

Sobre estos procesos del Occidente, Dugin plantea que el liberalismo ha tratado de imponerse como herramienta ideológica, la cual choca con el Islam, ya que la libertad en el mundo musulmán, se obtiene con los cinco pilares del Islam, partiendo que Islam en árabe significa sumisión; bajo esos cinco pilares (fe, oración, ayuno, caridad y peregrinación) formaron su civilización. El mundo del islam por ejemplo tiene prohibido la usura, sus bancos no prestan a intereses, pero si pueden solicitar porcentajes importantes de gastos e inversiones de respaldo, su sistema jurídico parte del Corán y sus sabios.

Puede gustarnos o no, pero choca con el liberalismo económico y financiero que hace de la usura su mayor ganancia. La antropología del islam vera al hombre como un ser dotado por Dios, no la libre voluntad ejercida en la demanda del mercado, el protocolo de recato del islam en las mujeres choca con la libre elección sobre su cuerpo, el factor sociológico es un factor de disputa del poder por el discurso del cuerpo y la economía de mercado. Este mismo desarrollo podríamos hacerlo para distintas civilizaciones o naciones civilizatorias como le llama el filósofo ruso.

El liberalismo político sea de corte neoliberal, libertario o conservador es apoyado en el globalismo, corriente internacionalista que aboga por una integración total de un mundo basado en reglas (sus reglas), el libre mercado (cuando sus empresas tengan el control). En este movimiento hay izquierdas y derechas en favor del capital financiero internacional. Los regionalistas son aquellos que le apuestan a bloques integrados no solo en su ethos, sino en su habitus, por ende son más proclives a la industrialización nacional y la soberanía de sus fronteras, lo cual genera huecos de poder que se llenan de acuerdo a la teoría realista de las relaciones internacionales.

Los procesos de integración nacionalista-regionalista no son la única dirección política. Los conflictos regionales a base de nacionalismos, etnicismos o lingüísticos son explotados principalmente por la etnopolítica, las efervescencias de los pueblos son aprovechadas por las potencias mundiales, algunas de ellas de corte liberal, que no por la ideología, desaprovechan ese nicho de influencia generado o autogenerado por ellos mismos. La descolonización africana es un buen ejemplo de ello, donde las potencias europeas (principalmente Francia e Inglaterra) dieron orígenes a las fronteras de los nuevos estados africanos, aprovechando las diferencias étnicas internas para preservar el status quo de su influencia, véase las zonas militares europeas en el África Subsahariana o el dominio del franco francés en las excolonias francesas, que conllevan una explotación inhumana y un señoreaje financiero que repercute en las políticas de estas naciones.

Estas situaciones en el ámbito de las relaciones internacionales son de la seguridad regional, la etnopolítica puede derivarse en la necropolitica y el terrorismo, la radicalización del islam y el calentamiento en las zonas del Cáucaso, el Asia Central e incluso las minorías rumanas, húngaras, rusas, polacas y checas en el territorio ucraniano podría resultar un mayor desgaste del ya pronosticado al apoyar los discursos de Stepan Bandera, independientemente del bando que gane la guerra presente, tiene que existir justicia para esas minorías húngaras, rusas, polacas y judías que sufrieron los estragos del Euromaidan.

Podemos observar que la etnopolítica y el liberalismo político/económico van de la mano para garantizar la libertad de mercado (de compadrazgo), que muchos de los liberales políticos aprovechan esta situación etnopolítica para los intereses de esa gran catedral de la que hablaba Nick Land. En contraposición se encuentra el regionalismo que busca integrar diversas cargas étnicas respetando sus diferencias antropolíticas en pro de un comercio más conveniente, lo cual puede derivar incluso en nuevas formas de monedas y estructuras de pago, mientras que el panóptico liberal siga siendo una tecnología de vigilar y castigar por medio del dólar como moneda global.

El surgimiento de nuevas formas de economía como las monedas de blockchain descentralizadas (o regreso a Breton Woods), también dará pie a nuevos imaginarios políticos que son posibles a estas nuevas economías. No solo Dugin en el espectro político de la derecha ha hecho estas observaciones de la etnopolítica y geopolítica, el subcomandante Marcos tiene un texto interesante llamado Centro y Periferia, donde hace crítica del modelo de Wallerstein y donde pone al centro a las comunidades indígenas con sus propias instituciones y modelos, lo cual habla de la importancia de comprender no sólo los procesos económicos y geopolíticos, sino la antropología detrás de esos pueblos y sus formas de ver el mundo. Es posible en el mundo muchos capitalismos, como es posible el mundo sin capitalismo, lo que no es posible es un mundo (como le conocemos) sin humanos y ya lo decía Adam Smith, la riqueza de las naciones es su gente.

En conclusión de estas tres entregas podemos visualizar al ouroboros Oriente y Occidente como parte de un ejercicio de dominación ideológica-política por los recursos naturales y la explotación financiera de los mismos, desde El gran Juego del siglo XIX, continuado por las ideas de Mackinder y Siberia como la región para dominar el mundo, el mar como instrumento geopolítico de Mannheim y el espacio vital de Ratzel que los alemanes explotaron en la Segunda Guerra Mundial y ahora con la guerra en Europa del Este (el eterno retorno por el pivote del mundo),

El segundo nivel de esta curva cerrada es la batalla ideológica que se da en el liberalismo como instaurador de la Ciudad de Dios y el fin de la historia; el milenarismo cristiano pasa a ser el milenarismo del capital financiero, cuya Cathedral pide pleitesía desde Washington a Moscú, de Pekín a Buenos Aires, misma lengua, misma moneda, misma arquitectura, misma explotación o libre determinismo del ejercicio de la libre voluntad de la demanda de mercado (bajo los supuestos intereses liberales) Una parte de este conflicto debe tenerse en cuenta por la tecnología china y los recursos ilimitados rusos que están en alianza geoestratégica.

Tercer Nivel ascendente los límites de mercado son los límites del mundo, fuera del libre mercado no hay salvación (la salvación del american way of life) la confrontación geopolítica a nivel local se traduce a conflictos de ethos y habitus como lo demuestran la descolonización africana, el conflicto de europa del este o las tensiones indo-chinas.

Puede ver el debate de Blinken vs Dugin en el siguiente link.

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Acerca del autor: Luis Díaz es egresado de la licenciatura en Física por la UNAM, cuenta con cursos de Humanidades en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, actualmente se desarrolla en el servicio público y aspira ingresar al Doctorado en Ciencias Físicas.