By Luis Díaz

Correo: luisdiaztr@politicaladvisorsapc.com

“Los hombres suprahistóricos no han podido jamás ponerse
de acuerdo sobre si el sentido de esta teoría es la felicidad, la
resignación, la virtud o la expiación, pero, frente a todos los modos
históricos de considerar el pasado, llegan a la plena unanimidad
respecto a la siguiente proposición: el pasado y el presente son una
sola y la misma cosa”

Friedrich Nietzsche

La dinámica mundial recuerda un tanto al siglo anterior, sobreviviente de dos guerras mundiales y una guerra de penumbra que hoy llamamos guerra fría. Las disputas territoriales europeas de la primera y segunda guerra mundial, dieron paso a la excepcionalidad estadounidense del american way of life. El cine se encargó de ser mano de propaganda regalándonos algunos filmes inolvidables como Robocop y otros tantos infumables como Rambo dejándonos en claro que el policía del mundo ha llegado a cobrar lo suyo, sea con un militar de corte rockero o un androide que viaja en el tiempo.


El glorioso cine estadounidense nos presenta Fight Club, una obra maestra dirigida por David Fincher, en el muestra a un trastornado de personalidad doble, agobiado por el insomnio y el aburrido trabajo de oficina actuarial, plantea una revolución nietzscheana, de corte anarquista donde la única relación de poder se da entre individuos y no en los estados, el poder termina en cuanto el dolor es el necesario y se renuncia a todo aquello que hace renunciar a su propia conciencia. La trama de este demente esquizoide en cierta forma es una metáfora del egregor Uncle Sam, quien por una parte busca la total libertad económica en las bragas de marca, sillones múltiples, alto estatus de consumo en el mercado y de una sociedad abierta que se plantea la miseria de su alienación en la violencia y las drogas, sean químicas o de autoayuda, con el deseo introyectado de una revolución radical.


El filme muestra la destrucción anarquista de las torres gemelas, uno o dos años antes del fatídico ataque terrorista, que despierta de su breve letargo victorioso al uncle que venció al mundo ruso con la destrucción de Yugoslavia, agregando una palabra más al diccionario de la política internacional (balcanización). El enemigo ya no era el egregor rojo stalinista come niños, ahora el rival a vencer era el terrorismo, lo que impulso una política de contrición de seguridad nacional y un avance en las posiciones más solidas del medio oriente. La destrucción de las torres no fue el fin del capitalismo, sino por el contrario el acceso al dinero digital y la era de las sanciones financieras. Las disputas políticas influyeron en el comercio en vez de la libertad de demanda y oferta en la política. El fin de la historia dialéctica no llegó, empero si el fin de la historia del triunfo liberal.


La revolución antisistema de izquierda no llegó a los Estados Unidos, menos de la mano de los demócratas que en distintas ocasiones son más cercanos a los neoconservadores que los propios republicanos, incluso tuvo que reinventarse el conservadurismo estadounidense para alejarse del extremo mercado y libertad de fronteras, por una libertad de comercio con arraigo territorial, el ala conservadora fue migrando al paleoconservadurismo, concepto que explica este arraigo a la tierra y a la casa, totalmente divergente al neoconservadurismo que es completamente libre mercado aunque intervencionista en las decisiones de política exterior, algunos más abiertos, tanto que se olvidaron de la moral, por ello los paleo están regresando.


La victoria del presidente Donald Trump para el sistema estadounidense es lo más parecido a una revolución tradicionalista, dispensen el oxímoron, sin embargo el tradicionalismo paleoconservador está cambiando en las bases políticas la demografía político-electoral. El cambio de paradigma en la base estadounidense ha doblado las apuestas en la élite o la casta de los Estados Unidos para la conservación del dominio político interno y externo, lo que ha causado una mayor violencia en el discurso político exterior e interior. Este fenómeno dentro de la nación americana, ha causado diversos escenarios geopolíticos que buscan lograr un equilibrio entre el poder hegemónico actual y la resistencia que antes se denominaba tercer mundo o sur global. Las distintas manifestaciones africanas han recordado la liberación que se promovió por el marxismo soviético de antaño, ahora encabezado por un gobierno tradicionalista conservador como lo es la Federación de Rusia, no obstante con la promesa de no intervención a semejanza del modelo chino.


Las acciones del BRICS, su banco de desarrollo y la guerra de Ucrania ha influido también en Europa, quien se debate entre el seguimiento de excepcionalísimo estadounidense o una ola paleoconservadora que promete recuperar el sentido familiar europeo, encabezado por Hungría, Eslovaquia y secundados por los partidos de extrema derecha Alternativa para Alemania y la líder francesa Marine Le Pen, regresando a los equilibrios europeos de la primera y segunda guerra, explicados magistralmente por Henry Kissinger en su libro La Diplomacia. La Unión europea no tiene solo el riesgo de dividirse entre tradicionalistas y liberales sino las conquistas y anexiones rusas levantan viejos dilemas polacos sobre Ucrania, Rumania sobre Moldavia o Polonia sobre Alemania, sin olvidar Kosovo en Serbia, y otras regiones balcanizadas de Europa del este que desean regresar a Rusia.


Es de recordar que la estructura de los estados europeos fue consolidada por los Estados Unidos y la Unión Soviética, gracias a los tratados de Yalta, en él se abordaron las divisiones de la Europa Oriental y la del Este, siendo frontera de ellas la Alemania ocupada por la potencia socialista y la capitalista. La era del imperialismo franco-británico había sucumbido junto a Hitler y la doctrina OTAN y de Varsovia delimitaron la seguridad del veto ordus internationale. ¿Habrá un nuevo orden internacional a la usanza del siglo XX? ¿La geografía europea cambiará en el Occidente como lo está haciendo en el Este?


Es aquí que me pregunto ¿Estamos cerca de un revival del corto siglo XX con drones, inteligencia artificial y armas nucleares?


to be continued


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Acerca del autor: Luis Díaz es egresado de la licenciatura en Física por la UNAM, cuenta con cursos de Humanidades en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, actualmente se desarrolla en el servicio público y aspira ingresar al Doctorado en Ciencias Físicas.