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El término resiliencia surge con connotaciones positivas como la capacidad humana de “asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”[1], más aún, se espera que de estas situaciones traumáticas se pueda salir fortalecido y mejor preparado para adversidades venideras.
Lo anterior implica una reestructuración emocional, psicológica y hasta física, siempre en función de la situación y en medida de posibilidades de cada persona. Se espera que las situaciones ayuden al crecimiento y desarrollo al máximo de las capacidades de sobrevivencia.
Sin embargo, la resiliencia es un término que se ha romantizado como algo innato de la condición humana y siempre a favor de la comunidad o del grupo al que se pertenezca. No obstante, no es algo innato y siempre irá acompañada de dos conceptos que valdrá la pena desmenuzar: estrategia y táctica.
Llamaremos “estrategia” al cálculo (o la manipulación) de las relaciones de fuerzas que se hace posible desde que un sujeto de voluntad y poder resulta aislable[2], como una institución, una empresa. La estrategia postula un lugar dentro de la institución, desde donde se puedan administrar las metas o las amenazas.
La estrategia permite capitalizar las ventajas y herramientas adquiridas en la situación traumática, implica un dominio de las circunstancias, del tiempo y ganancia de autonomía aun en un espacio que se sabe propio. Este espacio propio, admite una practica panóptica, pues a partir de ahí se fija la mirada en la transformación, en el punto débil. Es un lugar desde donde se puede calcular, observar, controlar y decidir sobre las situaciones.
La estrategia lleva implícita una connotación de poder sobre el “conocimiento por medio de esta capacidad de transformar las incertidumbres de la historia en espacios legibles. Pero es más exacto conocer en estas estratégicas un tipo especifico de conocimiento, el que se sustenta y determina el poder de darse un lugar propio”[3].
Por “táctica” entenderemos la acción calculada que determina la ausencia de un lugar propio. La táctica no tiene más lugar que el del otro. Además, debe actuar con el terreno que le impone y organiza la ley de una fuerza extraña, está dentro del espacio controlado por este. Aprovecha ocasiones[4].
La táctica es un arte del débil. Se encuentra determinada por la ausencia del poder como la estrategia se encuentra organizada por el principio de un poder.
Ahora bien, cuando hablamos de la resiliencia en espacios laborales se suele vincular a un imaginario colectivo y al actuar en comunidad para afrontar adversidades que pueden dañar a la empresa o a la institución, siempre teniendo en mira las metas y objetivos del espacio de trabajo, es decir, se piensa siempre la resiliencia laboral en asociación y no en lo individual.
Pero, al momento de sobresalir de situaciones adversas, ¿la resiliencia laboral siempre es benéfica para todos los implicados?
La resolución de conflictos no siempre va acompañado de respuestas positivas para el grueso de los grupos que sufren las adversidades y, partiendo del principio individualista y de sobrevivencia en entornos de constante estrés, es de suponer que el proceso de resiliencia laboral parta del principio del miedo y vaya acompañado de tácticas que favorezcan a una sola persona o a un grupo específico.
Tomando en cuenta que cada crisis varía, a veces no se trata solo de perseverancia y preparación, también hace falta un poco de creatividad y un poco de malicia al momento de generar tácticas que permitan sobresalir de las adversidades. La adopción de formas opresivas, de acoso y hostigamiento, ser cercano al grupo de poder que dentro de la empresa toma decisiones pese a observar y sufrir ciertas prácticas de violencia, pueden ser claros ejemplos de tácticas de sobrevivencia en entornos laborales donde se vive con el constante miedo por la pérdida de una estabilidad económica; lo cual no implica que se obre con malicia per se, solo se adoptan actitudes y se generan habilidades para adaptarse a situaciones adversas.
Sea cual sea el mecanismo de resiliencia, siempre se debe tomar en consideración que “no hay más estrategias que la de incluir la estrategia del otro”
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[1] Real Academia Española de la Lengua (RAE)
[2] De Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano. 1 Artes de hacer. Capitulo III, Valerse de: usos y prácticas. 1946, Francia. Pp 40
[3] Ibidem, pp. 42
[4] Ibidem, pp. 42
Acerca del autor: Jessica González es Mtra. en Estudios Políticos.
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