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“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.”[1]
Marx hace referencia a lo anteriormente escrito por Hegel en alguna parte de su obra, explicando que los grandes personajes y hechos además de aparecer dos veces en la historia terminan por adoptar diferentes tonos finalmente: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”[2] Y esto es finalmente lo que ha ocurrido con el caso de la política mexicana que ha tenido como principal escenario el 1 de julio de ya un lejano y a la vez tan fresco año 2018, pues con el triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador y, en palabras de él mismo, México ha entrado en una nueva etapa de su historia, dando lugar a una metamorfosis del sistema político y de cada una de sus esferas.
Cabe señalar que el discurso que AMLO utilizó de forma indiscriminada durante toda su campaña electoral contrastaba con suma notoriedad con la retórica liberal y progresista de su adversario José Antonio Meade y de la propia manejada por su otro contrincante Ricardo Anaya, llena de un discurso neoliberal y dedicado casi en su totalidad al problema de la llamada estética económica de México en el mundo. Este discurso atípico en el que AMLO trataba al país como un México de diversas realidades y grupos sociales se distanciaba mucho del discurso anterior en el que se mostraba a un México homogéneo, tal y como las administraciones tecnócratas lo habían pintado. Por consiguiente, aparecían finalmente los contrastes en una sociedad que por primera vez en muchos años tenía la oportunidad de hacer notar las diversas voces que desde siempre la han integrado; lo que alguna vez parecía haber estado sepultado bajo los escombros del olvido y del continuo progreso neoliberal (entendiéndose éste último como el progreso en materia económica en su forma de capital financiero velados por un Estado completamente subordinado) resurgía con una fuerza abismal con un tono que invocaba a las grandes figuras históricas de México.
El discurso que muchas veces ha sido catalogado de populista por diferentes críticos, periodistas y personajes públicos no ha hecho más que avivar el fuego de crítica y de una aparente división entre la clase popular y la clase acomodada de México, sea lo que esto signifique.
“El estilo político de López Obrador presenta los rasgos fundamentales del discurso populista, potenciados por una mitificación evidente de la figura del líder. El actual presidente de México ha sido definido como “un mesías tropical” (Krauze, 2006) precisamente por su postura de salvador, que rescatará las masas populares del yugo del sistema corrupto.”[3]
Muchos son los que sostienen fervientemente que el nuevo régimen de gobierno es el culpable de haber fragmentado a la sociedad mexicana y de crear un ambiente de tensión social que ha entorpecido la normalidad cotidiana que hasta entonces había “marchado bien”, gracias a la amalgama social y económica que había logrado el PRI durante casi todo el siglo pasado y mantenida aún por el PAN al comienzo de este. No obstante, ¿qué pasaría si se sugiriera que la confrontación intelectual, social y política que vive México en estos momentos no es un resultado directo de un nuevo régimen, sino la manifestación de una realidad negada que por primera vez encuentra una ventana por la cual ventilarse?
Después del 1 de diciembre del 2018 México se ha dividido entre “fifís” y “chairos”; “pueblo malo” contra “pueblo bueno”. Claramente, una división que si bien, no está establecida ni mucho menos en algún texto o artículo de la constitución, como producto de la retórica de AMLO a la hora de dar explicaciones de los constantes roces que han tenido lugar en diferentes escalones de la esfera política y económica del país ha demostrado tener un poder casi divino. Una diferenciación que desde una primera instancia pretende abordar una línea divisoria entre los que son partidarios del nuevo gobierno (muchas veces siguiendo todo como unos feligreses cegados por el fanatismo y aceptando todo lo que AMLO efectúe) y de los que activamente ven en este nuevo régimen todo lo malo que puede pasarle a una “democracia tan pulida” como supuestamente era la sociedad mexicana hasta antes de ser asaltado por la izquierda de MORENA.
“Los mexicanos que no votaron por AMLO tienen derecho a exigirle que se comporte como Presidente de todos, no debe tratarlos como ciudadanos de segunda o enemigos del régimen sólo por disentir con él. Pero serán seis largos años de la nueva administración llenos de encono innecesario y doloroso, si el gobierno y sus simpatizantes no entienden que la crítica a su desempeño no es antagonismo ni tiene como objetivo sabotearlo, debilitarlo o derrocarlo.”[4]
Las clases sociales en México siempre han estado vigentes, siempre han contado con existencia y cuando se remite en diversos discursos a mitificar esto y tratar este tema como algo populista y demagogo este adquiere aún más legitimidad dependiendo del emisor del mensaje. La palabras de AMLO acerca de la cuarta transformación de México y de la retórica de conflicto que mantiene contra los que no son partidarios de él se basan en la búsqueda de encontrar buenos y malos en una historia de tantas a las que él ha estado tan apegado. El conflicto en la sociedad mexicana es real, eso no se puede negar por ninguna parte, pues la homogenización que tanto había buscado el PRI después de la revolución y de tantos años de caudillismo se intentó pero al final no resultó en lo esperado, mucho menos con la llegada del neoliberalismo; no obstante, hay “demasiados Méxicos” en un solo México. Finalmente, esta brecha social que se ha hecho presente en los últimos meses es una manifestación real de que no había un México sólido y unido, no existía un país en donde todos tenían un empleo y tiempo de recreación los fines de semana. Una mentira de este tamaño no se podía maquillar por la eternidad.
Es cierto que actualmente los conflictos de intereses pueden sugerir que la lucha de clases está presente en México, pero se podría llegar a la conclusión de que no es más que el producto intencionado de todo un discurso que pretende legitimar acciones económicas y políticas. La lucha de clases en México no es algo que pueda estar materializada, pero quizá sí implícita en la ideologización que, como en la historia de la humanidad se encuentra, ayuda la confrontación que surge siempre en el cambio de determinado tipo de régimen a otro.
La pugna por el poder e intereses en política juegan un papel inmenso en la construcción de discursos progresistas y de izquierda y a su vez, asumen el rol determinante también en la construcción de un imaginario popular que pretende crear una realidad que pueda ser modificada mediante el conflicto sustentado en lo emocional y en la esperanza, así se hable de la derecha, izquierda o centro. Andrés Manuel López Obrador es un presidente que pretende ser de izquierda (hasta hoy, es imposible saber a cuál de todas éstas pertenece) pero sabe manejar el imaginario colectivo de una manera tan versátil que el conflicto entre pueblo bueno y pueblo malo en México, gracias a sus discursos y a una oposición necesitada de atención, pareciera haber emergido recientemente el 1 de julio de 2018.
[1] Marx, K. (1974). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Fundación Federico Engels. Página 10.
[2] LOC. CIT. Página 10.
[3] Marini, A. M. (2019). El mesías tropical: aproximación a fenómenos populistas actuales a través del discurso de López Obrador. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, (139), 153-170.
[4] de Estudios Políticos, F. M., Administrativos, A. C., & Mellado Hernández, R. Buen Gobierno. Página 12.
Referencias:
De Estudios Políticos, F. M., Administrativos, A. C., & Mellado Hernández, R. Buen Gobierno.
Marini, A. M. (2019). El mesías tropical: aproximación a fenómenos populistas actuales a través del discurso de López Obrador. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, (139), 153-170.
Marx, K. (1974). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Fundación Federico Engels
Acerca del autor: Héctor Sáchez es estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública y Sociología.
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