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La desaparición forzada es un grave y creciente problema en México que constituye quizás la violación más grave de los derechos humanos, debido a que es la negativa de cualquier individuo a existir, convirtiéndolo en un ser sin identidad o existencia.
El caso específico de la crisis de desapariciones en México se vincula al contexto de violencia e inseguridad que ha enfrentado el país en las últimas décadas. Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas hasta el 8 de agosto de 2024 (desde 1950), hay 116.386 personas “desaparecidas y no localizadas”, de las cuales, 89.121 son hombres; 26.749, mujeres y 516 no tienen un sexo definido. El número de personas “desaparecidas y no localizadas” ha aumentado radicalmente en los últimos años, en particular, desde 2006, cuando el gobierno de Felipe Calderón implementó la militarización de la seguridad pública como estrategia de combate al crimen organizado.
La antropología física nos ha permitido definir la categoría de “cuerpo ausente” para validar la experiencia vivida por los familiares cercanos de la persona desaparecida, lo cual nos permite dar cuenta de este cuerpo vivido, del cual es necesario recuperar su historia individual y colectiva, la preservación de su identidad y memoria; siendo una persona a quién se le espera.
En la categoría de “cuerpo ausente” otorgamos una resignificación al hecho sufrido por los familiares, para ayudarles a tramitar de diferentes formas esta dolorosa experiencia.
Pero cuando una persona es desaparecida, los ritos que nos permiten asimilar la ausencia de nuestra pareja, familiar, amigo o conocido, no se pueden llevar a cabo, porque no tenemos la certeza de su muerte, tampoco de su ubicación o su destino, entonces este hecho impacta en diferentes grados la realidad personal y colectiva.
La desaparición forzada atraviesa el fenómeno humano desde su corporeidad, su biología, sus símbolos, sus representaciones; por tanto se ha convertido en un mensajero que impacta y siembra horror. Por lo tanto, cuando una persona es desaparecida, el vacío abrupto de su cuerpo impacta en diferentes grados y de diferente manera a las personas que conoció, con quienes convivió, con quienes estableció lazos de afecto: situaciones amorosas, lazos familiares o simple convivencia; y son precisamente estos vacíos los que son importantes visibilizar, resignificar las consecuencias que puede dejar la desaparición forzada en el círculo cercano de quien es desaparecido (familia, amigos, conocidos) y el impacto en el espacio social al que pertenecía (barrio, escuela, trabajo). El reciente descubrimiento de las fosas comunes en Jalisco, a lo que se le ha denominado “El campo de exterminio” visibiliza el caso de cientos de familias, amigos, conocidos de un cuerpo ausente; que han tenido una silla vacía en el comedor, una cama con un lugar vacío. No solo aparecieron cuerpos en ese campo, aparecieron historias que pudieron concluir, incertidumbres que calmar, resignificar los vacíos.
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Acerca del autor: Lesly Ruiz es licenciada en Política y Gestión Social por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.